Ellyn rodó los ojos con furia contenida y miró a la mujer que tenía delante como si fuera la fuente de todos sus males.
Había odio en su mirada, pero también una profunda decepción.
—No tengo que hablar nada contigo, Samantha. Y mucho menos “de mujer a mujer”. —Su voz era puro sarcasmo antes de volverse veneno—. ¿Mujer? Tú no eres una mujer… ¡Eres una serpiente venenosa, disfrazada de víctima!
Samantha frunció los labios. Una sombra oscura cruzó su rostro al escuchar aquellas palabras. Por un instante, pareció que iba a responder con palabras… pero lo que sintió fue más fuerte: rabia pura.
Apretó los puños y dio un paso hacia Ellyn, pero ella la evadió con desdén y subió las escaleras rápidamente, sin dignarse a mirarla otra vez.
Sin embargo, Samantha no estaba dispuesta a quedarse callada. No esa vez.
Subió tras ella con pasos apresurados y al llegar al descanso de la segunda planta, la tomó del brazo con fuerza.
—¡No me ignores! —gritó, fuera de sí—. ¡Federico es mío! ¡Me ama a mí!