Nunca lo imaginó, a Carmen nunca le pasó por la mente que después de ser una simple sirvienta, una huérfana, luego de pasar por tantas humillaciones, ella pasaría a convertirse en la heredera de un imperio. Este era un giro que en un principio de la historia, Carmen no se lo esperaba de la autora, pero había sido afortunada. —Bueno, ya que mañana será su cumpleaños número veinticinco, no tenemos que perder más tiempo, aquí tengo todo preparado para crear los documentos necesarios para sus identificaciones, solo nos hace falta tomarle una fotografía y las huellas… Y por acá, tengo los documentos de sucesión que dejaron sus padres, fírmelos e iré tramitando todo esto… — El abogado comenzó a sacar un montón de carpetas y papeles. — Desde mañana, usted será oficialmente la dueña de toda la herencia de los Beltrán y podemos aprovechar en organizar de inmediato su fiesta de cumpleaños, en la que la presentaremos ante el mundo… —¡No! — Voceo repentinamente Carmen, acallando al abogado,
—Señorita Beltrán, ahora usted cuenta con un gran número de empleados y todo un ejército que haría lo que fuera por usted, nosotros cinco, solo somos los encargados de coordinar, como los gerentes, por decirlo así… Por lo que, lo que sea que usted pida, no será un problema para nosotros conseguirlo… — Explicó Santiago. —Bueno… Ya que insisten, creo que sí hay algo en lo que podrían ayudarme… — Comentó Carmen pensativa. — Necesito que encuentren a alguien por mí, necesito saber qué pasó con una antigua amiga… Y que sea lo más pronto posible. —Por supuesto, solo necesitamos algo de información sobre… — Comenzó a decir Manuel, cuando Carmen miró el reloj en su muñeca.—¡Oh, cielos, ya necesito irme! — Voceo Carmen recogiendo su cartera rápidamente, para correr hacia la puerta de la oficina, sin embargo, una gran figura se atravesó en su camino. — ¿Hay algún problema? — Preguntó ella extrañada.—Lo siento, señorita Beltrán, Pero ahora su seguridad está en nuestras manos, no pod
—Para que seas capaz de hacer esto… Solo puede significar que ya… No sientes ni una pizca de respeto hacia mí… O aún mejor… Ya no me tienes miedo… — Concluyó Bastián irguiéndose de manera imponente.—No le estoy robando, tío, porque esto no le pertenece… — Gruñó Marcus desde el mismo lugar, todavía aferrado a la carpeta. — Estos papeles son de mi prometida y ella los necesita, por eso yo… —Claro y como siempre… Tú eres su caballero salvador, ¿no? — Lo interrumpió Bastián con evidente ironía.—Hago todo lo que puedo por ella y usted lo sabe… — Mascullo Marcus, receloso, apretando los labios.Bastián resopló, mostrando una sonrisa ladeada, pero más que felicidad, en sus oscuros ojos se podía ver la maldad, la mala intención, como si estuviera maquinando mil ideas horrorosas para hacer sufrir a Marcus, mientras que Bastián conseguía satisfacción.—¿Pretendes que puedes engañarme como lo has hecho con los demás? Yo sé quién eres… — Gruñó Bastián. — ¡Vamos! Quítate la máscara y
Con el corazón en un hilo, Carmen pasó la noche esperando a Marcus, sin embargo, aun en la madrugada, él no había llegado y la mente de ella comenzó a hacer suposiciones.¿Podría ser que Bastián no hizo lo que ella le pidió y le hizo algo a Marcus? No, eso no podía ser posible, ella confiaba en Bastián ahora más que nunca.El sol ya salía en el horizonte, los rayos de luz entraban por el ventanal del salón, alumbrando a Carmen quién prácticamente se estaba cayendo del sueño, cuando la puerta de la entrada sonó.Para el alivio de Carmen, finalmente Marcus había llegado, sano y salvo.—¿Encontraste mis papeles? — Preguntó Carmen, apenas Marcus entró en el apartamento.—¿Eh? ¿Carmen que haces…? — Marcus se sorprendió al verla despierta, esperándolo, tal como él lo había hecho antes con ella.—Te estaba esperando, es obvio, ¿No? — Carmen se levantó del sofá y caminó hacia Marcus. — Son mis papeles, de esto depende mi vida… —Eh… Sí, lo sé, pero…—¿Pero qué…? ¿Dónde están? ¿Po
Carmen suspiró nerviosa, de punta en blanco ella se observó en el espejo, ¿Estaba haciendo lo correcto? Todavía no lo sabía, pero era momento de averiguarlo.Esta no era una boda tradicional, era un acuerdo, un pacto y una trampa, por eso no era fácil mantenerse serena, mucho menos simular tranquilidad o felicidad.Ella no sabía exactamente lo que Marcus había planeado para ese día, pero si sabía que un gran grupo de sus hombres, los escoltas de la familia Beltrán que ahora la protegían, la estaban esperando afuera por si algo se salía de control o por si sucedía algo con Bastián.Aunque en realidad, Carmen contaba más con Bastián, que con sus propios hombres.Y luego de otro suspiro más, con el que casi se le salía todo el aire a Carmen, ella inhaló profundo, hasta sentirse llena de convicción y caminó directo hacia la puerta de la habitación.—¿Señorita Hernández? — Un escolta de Marcus la detuvo, apenas la vio salir. — Disculpe, pero la ceremonia no ha empezado, debe esperar
Luego de un minuto de absoluto silencio, el ministro retomó el discurso, llegando a la parte más importante de la ceremonia.—Marcus Torres, ¿acepta usted a Alicia Beltrán como su legítima esposa?—Sí, acepto. — Respondió Marcus, al tiempo que tomaba el bolígrafo que le ofreció el ministro y firmaba el acta.—Acaso… ¿Acaso escuché bien? — Desde su asiento, Carolina arrugó el entrecejo. — ¿El ministro dijo Beltrán?—Qué extraño… — Murmuró Mercedes, arrugando el entrecejo.—Y usted, Alicia Beltrán, ¿acepta usted a Marcus Torres como su legítimo esposo? Volvió a preguntar el ministro, ofreciéndole el bolígrafo a Carmen, lo que provocó que una fuerte ola de susurros se acrecentara, ambos novios miraron al público de reojo.—No los escuches… — Susurró Marcus a Carmen, llamando su atención. — Solo firma y todo esto habrá acabado…—¡Esperen un momento! — Se levantó Carolina, incapaz de aguantarse más, al ver cómo todos los invitados susurraban y se reían. — ¿Qué clase de brom
Dos sirvientas se encargaron de abrir las enormes y antiguas puertas de madera, jalando la manija cada una a cada lado, mientras que las otras cuatro sirvientas de la mansión, esperaban en el pasillo, dos de cada lado, todas con el rostro inclinado, como una reverencia.—Buenas tardes, señor Hidalgo. — Vocearon las seis empleadas al mismo tiempo, como un coro, cuando el dueño y señor de la casa entró.—Buenas tardes. — Mascullo Bastián Hidalgo, entregando el maletín a una de las empleadas, al tiempo que otra lo ayudaba a quitarse el saco.—Señor, la cena se servirá en un momento, si gusta… — Comenzó a explicar una de las sirvientas, cuando la gruesa y autoritaria voz de su jefe la acalló.—No tengo hambre, no deseo comer nada, tuve un día muy pesado en la oficina y me duele la cabeza, así que iré a mi habitación a descansar y no quiero que nadie me moleste… — Gruñó Bastián a todo pulmón.—¡Sí, señor! — Asintieron las seis sirvientas al unísono, manteniendo la cara agachada.
Las grandes puertas del salón principal se abrieron y Bastián Hidalgo hizo su entrada, mientras que terminaba de acomodarse la chaqueta del traje, al mismo tiempo, todas las personas presentes en el salón bajaban la vista en forma de una pequeña reverencia, excepto por una sola persona, su madre.—¡Vaya! Hasta que por fin te puedo ver… — Vocifero Mercedes, la madre de Bastián.—Sabes que siempre estoy muy ocupado, madre… — Bastián levantó la vista, dándose cuenta, finalmente, de que Mercedes, no era la única persona que lo esperaba, pues ella venía con varios invitados más.—Esa no es excusa para que ignores a tu madre, Bastián. — Se quejó Mercedes, al tiempo que levantaba una mano, para que su hijo le besara el dorso, en forma de respeto y como un saludo.—No te he ignorado… — Murmuró Bastián con cierta espina de sospecha, para luego tomar la mano de su madre y besarla, como ella lo esperaba.Una preocupación abordó la mente de Bastián, «¿ha llegado el momento?»—No me res