CAPITULO 6 GOLPEA UN BORRACHO

HOLLY

Cuando al fin pude salir del baño, encontré ropa abrigable, ¿Dónde la consiguió? no tengo idea.

Dominic no estaba en la habitación, me vestí rápidamente, por si llegaba. Luego me senté en el borde de la cama mirando hacia la ventana; no sabía la hora que era, habíamos pasado mucho tiempo de viaje y aun no sentía la realidad del tiempo. Quizá ya era de noche, enormes volutas de nubes oscurecidas estaban sobre este pueblo; me abracé las rodillas consolándome.

Ahora mismo podría haber estado tomando un vuelo con mis hijos y mi familia hacia México y no pasar este infierno. En un lugar que no conozco, con alguien que tampoco conozco, intentando salvar mi vida.

Triste, seguí mirando por la ventana, fuera unos chispazos blancos caían adormecidos al suelo. No me gustaba la nieve, significa que hace el suficiente frio como para morirse y yo no quiero eso.

Escuché un fuerte estruendo, me sobresalté, me quedé atenta.

Otro estruendo sacudió la pared, mi corazón se aceleró, escuché el eco de voces, mi pulso comenzó a acelerarse. Pegué un brinco de la cama, busqué a mi alrededor, algo con qué defenderme; los golpes continuaban, ¿y si era Dominic?, un golpe más fuerte y luego un grito de hombre, seguido por gimoteos de mujer.

¿Era otra cosa?

En una esquina, había una escoba vieja, desatornillé el cepillo y me quedé con el palo. Tragué en seco y me dirigí a apagar la luz.

 Más golpes y chillidos de mujer, oh dios, por favor, cuídala, que no la mate ese bastardo.

Escuché la puerta de al lado golpear con la pared de mi habitación y los gritos fuera, la mujer lloriqueaba y aunque no le entendía deduje que estaba suplicando. El corazón golpeteaba mi pecho, mi respiración acelerada.

¡No! ¡no puedo quedarme quieta!

Quité el seguro de la puerta, abrí un poco para ver; sobre la nieve estaba una chica suplicando al hombre que sostenía una botella, este se tambaleaba un poco.

¡Hijo de perra!

Abrí mi puerta y salí, el tipo levantó la botella, iba a golpearla, desenvaine mi palo de escoba y lo golpee con fuera en la cabeza.

—¡Déjala en paz, maldito! —grité.

El tipo se tambaleó solo para girarse hacia mí, ¿Por qué no se cayó?

El infeliz gritó algo y se tambaleó hacia mí como un mastodonte embrutecido. Le di un fuerte golpe en las bolas, el borracho cayó de rodillas.

—Eres un maldito cobarde—grité, y volví a soltarle un golpe en la cabeza.

Esta vez cayó inconsciente.

La mujer estaba encogida, semi desnuda, solté el palo y fui a ayudarla.

—¿Te encuentras bien?

Su cuerpo temblaba, la ayudé a levantarse. Los pasos apresurados de las personas nos rodearon.

—Deberían llamar a la policía para que se lleve a este infeliz—gritó una mujer.

Un hombre se acercó para atar al borracho, llevé a la chica a mi habitación, le coloqué rápidamente una manta, la viejecilla dueña de la posada corrió hacia nosotras con un botiquín.

Comenzó a limpiar las heridas de la chica y yo me encargué de mantenerla calentita.

—No te preocupes, a ese maldito se lo llevarán—le habló la viejecilla, le descubrió el rostro. Su labio estaba partido, tenía un fuerte golpe en la cien y el ojo a punto de ponérsele morado—. Pobre, niña.

Ayudé a la dueña a limpiar las heridas de la chica, que estaba tan consternada, era muy joven y el tipo borracho le doblaba la edad.

 La puerta se abrió de golpe y Dominic entró echando chispas, vio la escena y se acercó a mí.  

—Te dije que te quedaras en la habitación —masculló.

—No podía dejar que ese bastardo la matara—gruñí—, mírala cómo está.

Él apretó la mandíbula.

—Ya me encargué del tipo—se dirigió hacia la dueña—. La policía quiere hablar con usted.  

Se hizo a un lado para que los policías entraran a la habitación, Dominic estaba al pendiente de los dos policías.

Le pidieron la declaración a la chica, mientras que el otro les tomaba algunas fotografías a sus moretones.

Luego salieron de la habitación, Dominic los siguió, la dueña salió con ellos.  

Continué con las heridas de la chica, ya casi no temblaba, le puse un parche en la cien, viéndola bien, sí era demasiado joven. Su rostro era inocente, sus ojos, perdidos en sus pensamientos apenas y me miraban.

—Ya está.

Dominic se había compadecido y traído la ropa de la chica, la ayudé a vestirse.  

—Tú no eres de aquí, ¿cierto?

—No, no lo soy.

Ahora que me daba cuenta, su acento era marcado. Intenté contenerme cuando vi su pequeño cuerpo golpeado.

—No siempre ha estado así—dijo apesadumbrada.

Desvié la mirada de ella.

—Discúlpame, no quise hacerte sentir incómoda— sentía que vestía a uno de mis hijos, tragué en seco—¿Él era algo tuyo?

Dado la diferencia de edad, me parecía algo bastante horrible.

Ella apretó los labios.

—Suelo salir con él—contestó con indiferencia, me sentí estremecer—. Pero cuando le dije que ya no volvería a verlo… enloqueció.

La ayudé a ponerse sus pantalones, ya que hizo un gesto cuando su muñeca hizo presión.

—No tienes que hacer esto.

—Déjate ayudar—reprendí—, si te duele algo o estás en peligro, siempre pide ayuda.

Ella resopló.

—Me duelen las costillas.

Jadee.

—Trata de respirar despacio, no sé si haya un hospital cerca… ¿quieres llamar a alguien?

Ella negó con la cabeza.

—El hospital más cercano está en Konitsa… pero con la nieve, será imposible llegar ahí.

Resoplé.

—Tendremos que buscar un doctor.

—Lo único que puede ayudarme son los paramédicos… Soy Aurora, pero llámame Rory.

¿Puedo decirle mi nombre?

—Soy… Holly.

La dueña le trajo a Rory un poco de sopa de frijol y chocolate caliente, después de eso la pobrecita se quedó dormida.

—¿Estás contenta? —gruñó Dominc sentándose en la cama donde me encogí.

—No—murmuré.

Él se golpeó la frente.

—¿Por qué?

—Es que… ella es muy joven.

—Tu también lo eres.

—Soy mayor que ella, incluso mi hermana es mayor que ella—exhalé—, y que haya pasado por eso…

—No es alguien de tu familia ¿por qué te importa tanto?

—¿Siempre eres tan antipático? —me quejé—, esta chica sufre y tu solo quieres desecharla.

—Solo me importa tu vida—contestó sin pensar—, es mi trabajo.

¿Por qué era tan irritante?, ¿de verdad no había una gota de empatía?

—Pues no me voy sin ella—sentencié—, al menos quiero saber que la llevaremos a un hospital y estará mejor.

—¿Cómo sabes que iremos a un hospital? —me escudriñó.

—Es lógico, será lo primero que harán—¿de verdad le parecía tan sospechosa?

Me miró entrecerrando los ojos.

—Duérmete ya, me quedaré a vigilar—después de retarnos con la mirada opté por hacerle caso, si no lo hacía no me dajaría llevar a esa chica. Me acurruqué en la cama—, veremos si esa chica es la inocente paloma que piensas.

No le dije nada, al final si me venció el sueño.

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NOTA DEL AUTOR:

Holly y su sentido materno siempre 

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