Regresar a casa fue un tanto melancólico; ver las cosas que Dimitri le había comprado a nuestro bebé fue muy duro.
— Por favor, no llores más — me pidió él mientras me ayudaba a acostarme en la cama.
— Quería a ese bebé — le dije con franqueza.
Dimitri se metió en la cama conmigo y me abrazó con mucha fuerza.
— Ambos lo queríamos, pero la vida es así, y tenemos que seguir adelante. Sé que es doloroso, pero no podemos sumergirnos en el dolor — me dijo él.
Yo le sonreí un poco y asentí con la cabeza. Aunque la pérdida de mi bebé me estuviera destrozando el alma, trataría de sobrellevarlo.
— Te amo, Grace, y no me puedo imaginar una vida sin ti. Eres el amor de mi vida — me dijo.
Yo me acurruqué más en su pecho.
— También te amo — le respondí.
Ambos nos quedamos así por horas; las palabras no hacían falta. Lo único que importaba era nuestra compañía y el latido de nuestros corazones. Dimitri se convirtió en parte importante de mi vida y yo en la suya.
Una semana después…
Hoy h