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No me cansaba de ver a mi pequeña. Ella era preciosa, con los ojos grandes y unas pestañas envidiables, cabello negro y la piel muy blanca. Era como una mini Blancanieves. Yo ya estaba descansando en casa, ya que no hubo ninguna complicación. Kat y mi hermana estaban bastante pendientes de mí, pero cuando llegaba Dimitri, ambas desaparecían como por arte de magia.

Dimitri y yo estábamos en la habitación. Él estaba a un extremo de la cama, mirando a nuestra pequeña que descansaba en el centro.

—¿Cómo te fue? —le pregunté a Dimitri.

Él me miró y sonrió ampliamente.

—Me fue excelente. De hecho, te tengo un chisme enorme —me dijo, con ojos brillantes de emoción.

Se levantó y después cargó a Bonnie, quien se despertó de inmediato.

—No te preocupes, yo la dormiré —me dijo antes de que yo dijera algo.

Me acomodé en la cama, observando cómo Dimitri se paseaba con Bonnie en brazos, acunándola con cuidado. La imagen de ellos juntos me llenaba de una calidez indescriptible. Ambos eran tan hermos
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