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El Café Comercial bullía con la actividad habitual de media mañana. Valeria entró con diez minutos de antelación, encontrando a Carmen en una mesa del fondo con una carpeta abierta frente a ella.

—Llegas temprano —comentó Carmen, evaluando su conjunto con aprobación—. Perfecto. Profesional pero con personalidad.

Valeria se había decidido por el traje azul marino sugerido, combinado con una blusa de seda coral y tacones del mismo tono. Su pelo ondulado estaba recogido en un moño elegante.

—¿Qué sabes exactamente de esta reunión? —preguntó, sentándose.

Carmen empujó una taza hacia ella. —Cappuccino, doble shot, sin azúcar. Gruppo Moda Italiana está diversificando su cartera. Hasta ahora se han centrado en marcas italianas establecidas, pero están iniciando un programa para impulsar diseñadores emergentes de toda Europa. España es su próximo objetivo.

—¿Y cómo llegaron a nosotras?

—Aparentemente, tu desfile causó impresión. Aunque ahora entiendo que quizás no fue casualidad que Costa estuviera allí.

Valeria recordó la intensidad con que Enzo había observado sus bocetos. —Dijo que invertía en talento. Supongo que estaba evaluándome.

—Y claramente le gustó lo que vio —Carmen arqueó una ceja sugestivamente.

—O vio una oportunidad de negocio —corrigió Valeria—. No confundamos las cosas.

Durante los siguientes diez minutos, revisaron cifras y proyecciones. Valeria se sentía más centrada ahora, enfocada en lo profesional. Esto era negocios, nada más.

La campanilla de la puerta sonó, y Valeria supo, antes de levantar la mirada, que era él. Algo en la atmósfera cambió, como si el aire se hubiera vuelto más denso.

Enzo Costa entró como si el lugar le perteneciera. Vestía un traje gris marengo, camisa blanca inmaculada y una corbata azul profundo que hacía que sus ojos parecieran aún más verdes. Lo acompañaba una mujer eficiente con un iPad.

—Dios mío —susurró Carmen—. No me dijiste que era tan...

—Ni se te ocurra —advirtió Valeria entre dientes, forzando una sonrisa profesional.

Enzo la vio inmediatamente. Sus ojos se encontraron a través del café, y por un momento, Valeria juró ver sorpresa en ellos.

—Señorita Montero —saludó al llegar, su acento italiano acariciando cada sílaba—. Qué... inesperado placer.

—Señor Costa —respondió con frialdad estudiada, extendiendo su mano—. Permítame presentarle a Carmen Vega, mi socia y directora financiera.

—Un placer, señorita Vega. Esta es Alessandra Ricci, mi asistente ejecutiva.

Se sentaron, y Valeria notó cómo Enzo elegía deliberadamente la silla frente a ella.

—Debo admitir que me sorprende verla aquí —comentó mientras Alessandra ordenaba un espresso—. Después de nuestra conversación de ayer, pensé que preferiría enviar solo a su representante.

Había un desafío implícito en sus palabras. —Nunca envío a otros a librar mis batallas, señor Costa. Especialmente cuando el campo de batalla es mi propio trabajo.

Los labios de Enzo se curvaron ligeramente. —Excelente actitud. Los negocios, como la moda, requieren tanto pasión como pragmatismo.

Carmen intervino hábilmente. —Estamos muy interesadas en conocer más sobre la iniciativa de GMI para diseñadores emergentes.

Mientras Carmen hablaba, Valeria sentía la mirada de Enzo sobre ella. No evaluadora como el día anterior, sino algo más personal.

—GMI selecciona cuidadosamente a sus socios —explicó Enzo—. Buscamos talento creativo, potencial comercial y capacidad de adaptación. El mercado internacional es despiadado.

—Como bien sabe, nuestra colección recibió una excelente acogida ayer —dijo Valeria—. Ya tenemos solicitudes de compradores internacionales.

—Un buen comienzo —concedió Enzo—. Pero un desfile exitoso no garantiza una marca sostenible. La verdadera prueba viene cuando las prendas deben soportar más que un paseo de tres minutos por una pasarela.

Ahí estaba de nuevo, esa crítica velada. Valeria sintió tensarse su mandíbula.

—Nuestras prendas son perfectamente funcionales. El incidente de ayer fue una anomalía.

—Una anomalía que se convirtió en el punto culminante de su colección —señaló Enzo—. A veces, los accidentes revelan posibilidades que la planificación excesiva oculta.

Alessandra intervino, colocando su iPad sobre la mesa. —Hemos preparado un análisis preliminar. Sus fortalezas incluyen estética distintiva, buena recepción mediática y nicho bien definido. Sus debilidades: capacidad de producción limitada, inconsistencia en acabados y falta de experiencia en distribución internacional.

—La colaboración es exactamente lo que proponemos —dijo Enzo—. GMI no solo invierte dinero. Invertimos conocimiento, infraestructura, contactos. Transformamos promesas en realidades.

Sus ojos se clavaron en los de Valeria al pronunciar la última frase.

—¿Y qué obtiene GMI a cambio? —preguntó directamente—. Además de un porcentaje de nuestros beneficios.

La sonrisa de Enzo se ensanchó. —Diversificación. Frescura. La oportunidad de decir que descubrimos a la próxima gran diseñadora española antes que nadie más.

Alessandra deslizó una carpeta sobre la mesa. —Proponemos una inversión inicial de dos millones de euros a cambio de un 30% de participación. Esto incluye acceso a nuestras fábricas en Milán, distribución en Europa y Asia, y asesoramiento técnico.

Valeria hojeó los documentos. Las cifras eran impresionantes, pero algo en su interior se resistía.

—Necesitaríamos tiempo para revisar esto detalladamente.

—Por supuesto —asintió Enzo—. Pero nuestra oferta tiene fecha de caducidad. Estaremos en Madrid solo hasta el viernes.

—Podríamos tener una respuesta para mañana por la tarde —ofreció Carmen.

—Excelente —Enzo se reclinó, estudiando a Valeria—. Mientras tanto, quizás la señorita Montero podría mostrarme su taller. Me gustaría ver dónde nace la magia.

La propuesta la tomó por sorpresa. —Nuestro taller es bastante modesto. Probablemente no sea lo que está acostumbrado a ver.

—Precisamente por eso quiero verlo —insistió—. No me interesa invertir en fachadas perfectas, sino en potencial real.

Carmen le dio una patada por debajo de la mesa.

—Por supuesto —cedió Valeria—. Podríamos ir ahora mismo.

—Perfecto —Enzo miró a Alessandra—. Continúa con la señorita Vega los detalles financieros. Yo iré con la señorita Montero a conocer el corazón creativo de la operación.

Mientras salían del café, Valeria era dolorosamente consciente de su presencia. Era alto y caminaba con una confianza irritantemente atractiva.

—Mi coche está a la vuelta de la esquina —dijo él.

—El taller está a solo diez minutos a pie —respondió—. Y es un día hermoso.

Prefería caminar que estar encerrada en un espacio reducido con él.

—Como desee. Siempre es un placer caminar por Madrid con una mujer hermosa.

El cumplido la desconcertó. —Señor Costa...

—Enzo, por favor. Si vamos a ser socios, deberíamos usar nuestros nombres de pila.

—No hemos firmado nada aún. Y preferiría mantener esto profesional.

Él la miró de reojo, divertido. —¿Siempre eres tan defensiva, Valeria? ¿O es solo conmigo?

La familiaridad con que pronunció su nombre la irritó y provocó una reacción que prefirió ignorar.

—No soy defensiva. Soy profesional.

—Hay una diferencia entre profesionalidad y construir murallas —comentó—. Pero respeto tus límites. Por ahora.

Ese "por ahora" quedó flotando entre ellos mientras continuaban caminando en un silencio cargado de tensión.

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