Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl domingo amaneció gris y frío, como si el cielo mismo estuviera de luto. Valeria no había dormido. No podía. Cada vez que cerraba los ojos veía a Enzo golpeando la barandilla del barco, su cabeza en ese ángulo horrible, la sangre oscureciéndose bajo él.
Había pasado la noche en la UCI, sentada en una silla incómoda junto a su cama. Enzo yacía inmóvil, conectado a lo que parecían cientos de máquinas que pitaban y zumbaban en una sinfonía mecánica. Vendajes blancos envolvían su cabeza, ocultando la incisión de la craneotomía de emergencia. Un tubo respirador bajaba por su garganta. Cables y monitores cubrían su pecho, rastreando cada latido, cada respiración artificial.
Se veía pequeño. E







