Mundo ficciónIniciar sesiónEl whisky giraba en el vaso de cristal tallado mientras Alejandro observaba las luces de Madrid desde el ventanal de su ático. La ciudad se extendía bajo él como un tablero de ajedrez nocturno, con millones de luces parpadeantes que parecían rendirle pleitesía. Así era como le gustaba ver el mundo: desde arriba, controlando cada movimiento.
El timbre del ascensor privado anunció la llegada de su invitado. Sebastián Montero, su socio más antiguo y quizás el único hombre en quien confiaba lo suficiente para revelarle sus verdaderas intenciones.
—Llegas tarde —dijo Alejandro sin voltearse, reconociendo los pasos firmes sobre el mármol italiano.
—Y tú sigues siendo un anfitrión de mierda —respondió Sebastián con una sonrisa torcida, sirviéndose él mismo un trago—. ¿Para qué tanta urgencia? Cancel&ea







