La tormenta azotaba los ventanales de la sala de reuniones privada del Hotel Mirabella con una furia que parecía querer arrancarlos de sus marcos. Los relámpagos iluminaban intermitentemente el espacio, proyectando sombras dramáticas sobre los muebles de caoba y las paredes de tonos crema. El ambiente dentro era tan denso como las nubes que se arremolinaban en el exterior.

Valeria se encontraba junto a Alejandro, revisando unos documentos sobre la mesa de conferencias, cuando la puerta se abrió de golpe. Enzo apareció en el umbral, su figura recortada por un relámpago que estalló justo en ese instante. Su rostro, normalmente controlado, mostraba una tensión que Valeria reconoció de inmediato.

—Vaya, qué oportuno —murmuró Alejandro con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Justo hablábamos de ti.

Enzo avanzó con pasos medidos, como un depredador calculando la distancia con su presa. Su mirada se clavó primero en la mano de Alejandro, que descansaba demasiado ce