La luz del atardecer se filtraba por los ventanales del ático de Enzo, tiñendo de dorado las paredes y creando sombras alargadas que parecían deslizarse como serpientes por el suelo. Valeria observaba el perfil de Marco mientras este servía copas de vino con una naturalidad pasmosa. Sus manos no temblaban. Su sonrisa no vacilaba. Nada en él delataba que fuera el mismo hombre que había estado conspirando a sus espaldas durante meses.
—Un Barolo excepcional —comentó Marco, extendiendo una copa hacia Valeria—. De la región de Piamonte. Pensé que sería apropiado para celebrar que todo vuelve a la normalidad.
Valeria tomó la copa, rozando deliberadamente los dedos de Marco. Buscaba una reacción, un titubeo, cualquier señal que confirmara lo que ya sabían. Pero Marco simplemente sonrió, como si nada ocurriera.
—Gracias —respondió ella, manteniendo su voz firme—. Aunque no estoy segura de que podamos hablar de normalidad tan pronto.
Enzo, sentado en el sofá fren