Después de aquella plática, Laura se sintió mejor, se recostó a dormir con su hija. Eran pasadas las 11:00 pm, cuando la puerta de su habitación se abrió. Laura, al sentir la mirada de alguien, despertó, se llevó un gran susto, pero luego reaccionó.
Delante de ella estaba alguien, alguien que le hacía mucha falta desde hacía tiempo.
- Luciano… ¡Hermano! – dijo Laura y luego se abalanzó sobre él. - ¡Hermano! ¡Eres tú! ¡Estás aquí! – decía Laura mientras le acariciaba el rostro, lo miraba y no lo podía creer.
Los ojos de Laura se le llenaron de lágrimas, por su lado, Luciano no pudo ser el chico rudo, ella era su hermanita, ella era su hermanita chiquita, aquella a quien siempre defendió, a quien siempre cuidó.
Luciano apretó el abrazo y luego se separó, no sin antes mirar a la pequeña niña que estaba profundamente dormida en la cama.
- ¡Oye…! ¡Es hermosa mi sobrina! ¡Está preciosa!
Laura se limpió las lágrimas, lo miró, se levantó de la cama y lo volvió a mirar.
- ¿Dónde habías estado?