Paloma, Aldo, Enzo y la pequeña Isabella, poco a poco se fueron adaptando a su nueva vida.
Para el tipo de trabajo que Aldo llevaba, no había gran cambio; sin embargo, en lo familiar, no podía negar que extrañaba su vida en Lazio.
En México definitivamente le estaba gustando, aunque había tenido que trabajar con la relación entre Marco y él.
Poco a poco, había visto cómo su suegro, iba bajando las defensas, todo a medida que veía su apoyo incondicional hacia Paloma, a quien apoyaba plenamente para que ella pudiera regresar a la vida normal que llevaba.
Paloma estaba de vuelta en la universidad y en su mundo lleno de fotografías para vender a agencias de publicidad.
La familia solía llevar una vida tranquila, Enzo casi todos los días se la pasaba en casa de los Barzinni.
Para Aldo y Paloma, ya no les resultaba raro que su hijo les llamara para pedirles permiso para quedarse en casa de Gio a comer, hacer la tarea o dormir, no era que lo excluyeran, pero sí era cierto que, Gio había ayud