POV: Franco
Salí de la sala de conferencias, dejando a Helena en medio del caos que había provocado. Sentí una punzada de adrenalina, esa sensación que solo me daba el peligro y ella.
Ella estaba furiosa. Yo lo había visto en sus ojos. Esa rabia me gustaba porque significaba que todavía le importaba, que su fachada de diseñadora fría se había roto. Su odio era la única forma de atención que aceptaba de mí, y yo la tomaba con gusto.
Caminé hacia mi oficina. Era un espacio amplio, completamente blindado, que daba a la casa de invitados a través de una pared de cristal inteligente.
—Dante —llamé, mi voz era un gruñido.
Dante entró en silencio, como siempre.
—Asegúrate de que la mudanza de la niña sea discreta y segura. Ni una sola mirada curiosa. Refuerza la seguridad perimetral. Si ese traidor se atreve a aparecer, quiero que lo detecten antes de que respire.
—Entendido, Franco —respondió.
—¿Y la vigilancia?
Dante me entregó una tableta. Era la señal de la cámara que había instalado en