Me asaltó un horrible presentimiento.
Algo no está bien.
─ ¿Qué hace un envoltorio de levonorgestrel tirado en el piso de tu cuarto? ─exigió saber, levantó su mano con el empaque de aluminio y me lo lanzó al pecho. M****a ─. ¿Cuándo pasó?
─No entiendo ─oh, claro que entendía.
─Sabes perfectamente a qué me refiero, y no te atrevas a mentir.
Seguí procesando lo del envoltorio.
─Emmy, no tienes idea del dolor que acabas de causarme, estoy tan decepcionada de ti que... ─sus voz se quebró ─, que no quiero verte.
─Si me dejaras explicarte ─murmuré, y sonó como una súplica.
─No hace falta, ya lo sé todo ─repuso ─. Llevas mintiéndome mucho tiempo y creíste que no me daría cuenta, creíste que podías verme la cara, y lo hiciste.
─No ibas a entender, nunca lo haces ─alegué sin dejar de sentir nervios.
─Tienes razón, no iba a entender un romance que a la luz pública es vergonzoso, por no decir que inaceptable. ¿Sabes cuánto me ha costado estar así de calmada haciéndote ver de la mejor forma posibl