Capítulo 42

Mía

Escucho un alboroto fuera, me asomo entre los barrotes fríos y oxidados del calabozo. Ni en el peor momento de mi vida, desaparece mi espíritu chismoso.

—¡Max! —exclamo, con una mezcla de sorpresa y alivio.

Max, con ropa de calle, se detiene en seco. Sus ojos se agrandan, reflejando la misma sorpresa que siento yo. Con movimientos rápidos y precisos, asegura a un hombre en la celda contigua antes de acercarse.

—¿Qué haces aquí?

—Richard me ha encerrado, yo no he hecho nada, te lo juro, tienes que ayudarme, por favor —mi voz tiembla por la desesperación.

—Tranquila Mía. Te ayudaré.

—Pero, ¿y tú desde cuándo eres policía? Tenía entendido que eras empresario —mi confusión crece con cada segundo—. ¿Te has hecho pasar por un cliente para encerrarme aquí? ¿Has ayudado a Richard, verdad? Max, me estoy volviendo loca.

—Ssshhh, aquí no podemos hablar —Max pone un dedo sobre sus labios, señalando la necesidad de silencio—. Confía en mí, regreso después.

Max se marcha dejándome peor de lo q
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