Debo admitir que mi vida ha sido dura. Si echo un vistazo atrás, puedo decir que todo mi sufrimiento ha merecido la pena hasta llegar donde estoy. Recuerdo todo como si fuera ayer, las heridas han sanado, pero las llevo presentes en mi memoria.
Cada desafío, cada obstáculo, ha sido una lección que me ha fortalecido. Las noches de insomnio, las lágrimas derramadas, y los momentos de desesperación fueron el precio que pagué por la vida que estoy viviendo ahora.
Hoy, miro al futuro con esperanza y gratitud. Las cicatrices que llevo son testimonio de mi capacidad para superar las adversidades. Son recordatorios de que, a pesar de todo, he salido adelante y he encontrado mi camino.
—Mamá, no sé qué decir. Te agradezco que hayas confiado en mí y me hayas contado tu historia. Todavía estoy en shock.
—Cariño, debes prometerme que no le dirás nada a tus hermanos. Todavía son demasiado pequeños —murmuro, mientras miro embobada a los gemelos. Son idénticos a su padre, lo que me llena de