Capítulo 72. Cosas inesperadas
La luz de la luna entraba por la ventana, dibujando sombras suaves sobre las paredes del pequeño apartamento de Leiah. La ciudad parecía respirar tranquila allá afuera, como si París misma reconociera que esas semanas habían sido de reconstrucción y calma. Leiah estaba en la cocina, moviendo con delicadeza la tetera sobre la estufa, mientras un aroma a manzanilla y menta comenzaba a llenar la habitación. Su cabello rubio caía sobre sus hombros con libertad, y cada vez que levantaba la mirada le dirigia a Eva, una sonrisa genuina que iluminaba su rostro. Hacía casi cinco semanas que no nos veíamos, pero la conexión entre ellas se sentía tan sólida como siempre. La distancia o la adversidad no habían erosionado la amistad; al contrario, parecían haberla fortalecido, convirtiéndola en un refugio seguro al que siempre podían volver ambas.
—¿Parece que terminaste todo más rapido? —comentó, colocando frente a mí una taza humeante—. Pensé que todavía estarías ocupada con tus asuntos.
Eva sus