Leiah pedaleaba más rápido de lo usual, con las mejillas sonrojadas por la brisa matutina y el reloj que marcaba que ya iba tarde. "Vamos, vamos, por favor no lluevas hoy", pensó mientras esquivaba con agilidad a los peatones del campus. Su turno en la cafetería empezaba en cinco minutos y aún tenía que dejar la bicicleta y cambiarse la camisa empapada por el esfuerzo.
Entró al local casi corriendo, saludó al encargado con una sonrisa apurada y fue directo al baño. Mientras se arreglaba frente al espejo, notó su reflejo y se detuvo un segundo. Algo dentro de ella se sentía diferente ese día. Había dormido mal la noche anterior, con una extraña sensación en el pecho. Como si algo, o alguien, se acercara.
Cuando por fin salió con su delantal puesto, ya habían varios clientes sentados. La música ambiental y el murmullo de las conversaciones le devolvieron un poco la calma. Se enfocó en atender con eficiencia, como siempre. Iba a tomar el pedido de una mesa cuando sus ojos se desviaron ha