31. No te debí besar
Indra.
—No mames, yo quiero un jefe como el tuyo— mi amigo Gerry silbo mientras veía el carro en el estacionamiento de la casa de Valentina.
—Indra este es un bebe de colección. Cada unidad está evaluada en más de veinticuatro millones de pesos— Juan hablo igual de maravillado mientras inspeccionaba los interiores del carro como si fuera la octava maravilla del mundo.
Mis únicos dos amigos hombres parecieron niños pequeños sobre el carro.
Algo me decía que a Fausto no le iba a gustar saber que otros hombres estuvieron en su juguete. Pero era su culpa. Para que me lo prestaba.
Yo no sería tan inconsciente para prestarle un carro de lujo a uno de mis trabajadores.
No les preste mucha atención a los hombres que se habían puesto en modo mecánicos porque tenía las manos ocupadas intentando apuntar todo lo que Valentina ordenaba para mi futuro cumpleaños, el cual estaba comenzado a sospechar que era una práctica para el suyo mejor dicho.
Julieta a mi lado intentaba seguirle el paso a