Enrico entornó los ojos y levantó una ceja.
—Ah, ¿sí? No me imagino qué clase de regalo podría darme un perdedor. Déjame pensar si lo acepto, porque, como sabes, los negocios de mi familia son muy exitosos y me llueven los regalos...
Paolo soltó una risa burlona, y su tono se volvió cortante.
—Te aseguro que este regalo te va a marcar de por vida.
Levantó el brazo, sacó su celular y presionó “Enviar”. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su cara.
—Disfrútalo.
Dicho esto, se dio la vuelta y se marchó con paso tranquilo.
Enrico desbloqueó su celular. Al instante, su expresión se endureció, una vena resaltó en su frente, apretó los puños con fuerza y su mirada ardía de furia.
Susan apareció junto a él en algún momento, sosteniendo una copa de vino tinto. Con una sonrisa y sus ojos felinos fijos en Enrico, dejó escapar una risa socarrona.
—Jefe, ¿qué tal lo hice? Parece que al señor Fabri no le gustó el regalo.
—Bien hecho.
Paolo habló con indiferencia. Observó de reojo cómo la cara de Enri