Era una tentación letal que despertaba cada uno de los sentidos de Angelo, centímetro a centímetro.
—Angelo…
Cristina lo miraba fijamente, con los ojos húmedos, atenta a cualquier reacción suya. Estaba muy nerviosa y solo deseaba que todo terminara cuanto antes. Arrodillada en el sofá, sentía cómo le temblaban las piernas.
Él se frotó la frente. Verla acercarse de esa forma le provocó una sacudida interna. Con la mirada intensa, dijo con los dientes apretados:
—Cristi, baja de ahí. ¡Ahora mismo!
Ella arrugó la frente y se quedó inmóvil. Sus ojos brillaron con lágrimas mientras lo miraba con una expresión desvalida.
—Angelo, por favor, créeme. Lo estoy haciendo porque quiero, de verdad me gustas. Me gustas en secreto desde el primer día que te vi…
El cuerpo de Angelo, que intentaba apartarse, se quedó completamente paralizado. Al escucharla confesar que le había gustado en secreto durante tanto tiempo, una oleada de felicidad lo invadió.
La giró hacia él bruscamente y la sujetó por la