Ella se quedó mirando su espalda en silencio, con la mirada fija e intensa y los labios apretados.
La espalda de Paolo se tensó. Se giró apenas, sin revelar nada con el gesto, y bajó la mirada con una expresión dura.
—¿Me oíste?
Cristina notó la molestia extrema en sus ojos y de inmediato bajó la cabeza, avergonzada. Sintió un nudo en la garganta y asintió.
Él forzó una sonrisa, adoptando un tono indiferente.
—Ve al cuarto de Angelo a la hora acordada. Ya sabes a qué vas, ¿o te lo tengo que explicar?
Levantó el brazo para ver su reloj de lujo, mientras la miraba de reojo.
—Tienes una hora. Prepárate. Y más te vale... no decepcionarme.
Ella lo miró con una profunda tristeza, con los ojos anegados en lágrimas, pero aun así, asintió con un murmullo.
Paolo soltó un suspiro y apartó la vista a propósito para no verla llorar. Una extraña irritación comenzó a invadirlo. Con un gesto amargo, se dio la vuelta y salió de la habitación.
...
Después de la cena Angelo regresó a su habitación para