Susan caminaba con paso firme, el sonido de sus tacones resonando —toc, toc, toc— mientras se dirigía a una boutique de lujo. Cristina la seguía, observando cómo entraba con determinación a la tienda y elegía prendas carísimas con una naturalidad asombrosa. Pensó que ella jamás podría ser así; Susan irradiaba una confianza innata en cada uno de sus movimientos.
Esa misma seguridad le recordó a Paolo. Sí, él también tenía esa aura.
Susan la examinó, tomando un vestido tras otro, de diferentes estilos y colores, para medirlos sobre ella. Arrugaba la frente, negaba con la cabeza y volvía a buscar.
Finalmente, sus ojos se iluminaron al encontrar un vestido blanco, entallado y con un escote strapless muy sensual y moderno.
—Este es. Entre al probador y pruébeselo.
Cristina se mordió el labio y tomó el vestido con sus delgados dedos. Asintió en silencio y se dirigió al vestidor.
De verdad era una tienda de lujo, hasta los probadores eran espaciosos. Después de ponerse el vestido, se miró en