Al otro lado de la línea, Angelo guardó silencio, conmovido.
—Cristi, cuando llegue el invierno, ¿qué te parece si te traigo a Inglaterra a ver la nieve?
Una sonrisa iluminó la cara de Cristina, y su voz delataba una emoción que se reflejaba en el brillo de sus ojos.
—Todos decían que te habías ido a Inglaterra por tu pierna, ¡así que es cierto! ¿Es increíble ver la nieve allá?
—Sí, es increíble. Pero hace mucho frío aquí.
Su tono se apagó un poco.
Cristina percibió la soledad en sus palabras.
—Entonces regresa pronto. Aquí en casa no hace frío. El joven... él te extraña mucho.
—Todavía no le he dicho a mi hermano que vuelvo mañana.
Siempre habían sido muy unidos, pero esta vez, la primera persona a la que quiso darle la noticia fue a ella, no a él.
Al escuchar el carro entrando por el portón, supo que era Paolo. Se apresuró a despedirse.
—Angelo, me tengo que ir. Ya regresó el joven. Yo le digo que vuelves mañana. ¡Cuídate mucho en el viaje! Adiós.
Colgó deprisa. Sabía que si Paolo l