- ¿Qué? ¡Esto no puede ser! ¿Te das cuenta de lo que me acabas de decir? Junior me pidió que fuéramos novios, ¿te imaginas si yo lo hubiera aceptado? Yo le dije que no -dijo Isabel, llorando desconsolada.
- Y ese cerdo no es mi padre, yo no tengo padre.
- ¡Esto es terrible! –replicó Mary, extrañada.
- ¡Junior siempre ha estado enamorado de mí! Y ¡ahora resulta que somos hermanos! Hermanos, esto no puede ser, ¡no! -gritaba Isabel, envuelta en llanto. Mary, al escuchar estas palabras, se preocupó.
- Tú y él, ¿no? -la preocupación de Mary era pensar que si los dos habían tenido sexo.
- ¡No! -interrumpió Isabel-. Si no te importa, quiero estar sola. Mary salió del estudio, afligida; tanto la vida de ella como la de sus hijos había dado un vuelco total. Pero tenía que ser fuerte y retomar las cosas. Ya sabía dónde se encontraban sus hijos; tenía que recuperarlos. La tarea no sería nada fácil, pero tenía que arriesgarse. Eran sus hijos, su vida. Su corazón latía muy fuerte, parecí