Madame Curie
Rosseta observaba aquella puerta de madera fijamente, estaba nerviosa que no dejaba de tocar sus manos, sabía que al entrar se encontraría con Albuz.

Respiró para darse ánimos y decidió tocar la madera con los nudillos de la mano. Entró como Violeta, en sus cabellos llevaba un pañuelo floral y para cubrir su rostro, el abanico.

Albuz se encontraba revisando un gran libro de pasta gruesa y de color negro, sus ojos negros como la misma oscuridad recorrían cada letra, signo y hasta símbolos, tenía mucha concentración. Ahí estaban todos sus registros y hechizos más poderosos que sólo él podía leerlos, era prohibición absoluta que alguien más lo tocase o en el peor de los casos, se atreva a leer.

- Amo. - llamó Violeta y él se ánimo a mirarla, pero volvió al libro al segundo de verma. Ella tragó saliva y lo soltó de sus adentros. - voy a irme del palacio.

Albuz regresó a mirarla, se quedó detenido en sus ojos, queriendo ver más allá del abanico que la cubría y respondió.

- Si esa es tu
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