- ¿Dónde diablos está la mujercita? - se preguntó Albuz al trasladarse a una estación. Ya había buscado en cada parte del bosque, desde punta a punta y no daba con ella. Llegó hasta la gran caida, donde sólo había vacíos y tierra seca.
- ¿Qué haces aquí? - pregunta Rosseta al verlo mirara desesperado por todas partes. Parecía buscar a alguien.
- Tú. - señaló. - eres una inmadura ¿Por qué tenías que irte?
- Sólo salí a estirar las piernas, nunca escapé de mi hogar. - lo miró hasta analizarlo. - ¡Me estabas buscando¡ ¡Te preocupaste por mí! ¡Te preocupaste por mí! - repitió emocionada e intentó abrazarlo.
Albuz la detuvo en el acto.
- Como cualquier rey se preocupa por sus súbditos. - explicó con voz seria.
Rosseta frunció el ceño, basta decir que se había enojado.
- Vete, Albuz. - dijo al darse la vuelta y continuar con su camino. - Querías esto, que me alejara. Lo estoy haciendo, ahora pienso ser mi propia reina dentro de estas tierras secas.
Albuz dejó escapar una pequeña son