DARÍO
—!¡Ya basta! Amiga por favor no quiero que sigas así. La cura de tus problemas con Israel no la vas a encontrar en los libros.
Ha pasado un mes Lorena. ¿Por qué no quieres hablar conmigo?. ¿Ya no confías en mí?.—No digas eso, Pierina eres mi mejor amiga, la persona en la que más confío. Ojalá tú hubieses sido mi hermana.
Pero no lo es y ahora lo entiendo mejor. Ahora comprendo mucho más la negativa de mi rubia bonita a que hable con su familia. Ella tiene razón, Lorena Izaguirre la odia.
Después de la conversación de ayer, de hacerla mía con el amor y la necesidad que siento por ella, tome la decisión de no aguantar más, aún en contra de mis propios juramentos que para mí valen oro.
Me encuentro caminando por los pasillos de la enorme constructora Izaguirre, viendo el lujo imponente que los rodea, un lugar al que no había ingresado antes pues mi trabajo como obrero siempre ha sido de campo y ya veo que no me pierdo de mucho. La gente aquí me mira como el intruso que soy, aún cuando me he puesto mi ropa más decente no deja de ser sencilla. Imposible que se compare a los trajes caros y autos lujosos de este lugar.
Son sólo un par de señoritas las que me sonríen con cierta coquetería pero no respondo como esperan. A mis veinticinco años tengo un claro concepto del compromiso y ese está sólo con mi adorable Mireya.
—Hola guapo. ¿La señorita Lorena te recibió?.
—No, y no se preocupe, no es importante.
Porque es claro que ya no necesito hablar con esa mujer. Las coincidencias existen y para mí buena o mala suerte mi disposición para hablar con ella se fue al tacho cuando de casualidad, escuchó la conversación entre ella y esa señorita a la que llama Pierina.
Nunca he desconfiado de Mireya, pero ahora confirmó sus palabras en contra de su hermana, no he necesitado ni siquiera ver el rostro de mi cuñada para darme cuenta lo altanera que es y cuánto detesta a mi novia.
—Gracias por todo.
—¿Cómo te llamas? ¿Como le digo a la señorita Izaguirre quien la vino a buscar?.
—Mejor, no le diga nada.
Camino con rapidez porque me siento acosado por una de las secretarías y no me gusta como me miran estas personas. No tendré la elegancia de estos empresarios pero sigo siendo un hombre con dos ojos igual que ellos. Siempre he detestado a la gente así y siempre lo haré.
No tengo dudas que lo mejor es largarme de aquí y es lo que hago con tanta rapidez que no veo a la mujer que aparece de frente y terminó chocando con ella provocando una colisión.
—Dios. Lo siento.
El café que lleva se derrama sobre su vestido blanco que le marca las curvas delicadas y la mancha oscura se nota de inmediato. Temo haberla quemado pero al parecer, ella su rabia la hace arder sola.
—Señorita…
—¡Idiota!.
Me grita y sus ojos color miel me ven por un instante, un sólo instante suficiente para saber quien es y lo grosera que puede ser.
—¡Estúpido! —Escucho su voz cortante mientras me apresuro a disculparme.
—Déjeme ayudarla.
Intento acercarme, pero ella retrocede como si mi sola presencia fuera la peste. Su cabello castaño le cubre el rostro pero sus manos pálidas se mueven con tanta molestia sobre la mancha que hasta los tacones resuenan en el mármol sin dejar de repetir que soy un estúpido sin ojos.
—Si tengo ojos— refunfuño— fue un accidente.
—¡Qué me importa!.
Sigue gritando sin apartar la mirada de su vestido que debe costar más que un mes de mi sueldo pero ni siquiera me vuelve a mirar, solo sigue limpiando la tela manchada como si yo fuera poca cosa. Arrogante, malcriada y hueca pienso, igual que lo que Mireya siempre me ha dicho de ella. Lorena Izaguirre es insoportable.
—Saquen a este inútil de aquí.
Ordena pero no es necesario, la seguridad se acerca y ella sólo se va histérica mientras discuto porque yo me voy de aquí sin invitación. La culpa es mía por querer hacer las cosas de frente. Lo único que esperaba era apaciguar su evidente su oscuro corazón, pensé que por estar a poco de casarse ella sería más flexible y comprendería que su hermana y yo nos amamos pero es claro que eso no va a pasar.
Terminó saliendo de este lugar que todo lo que tiene de lujo lo tiene podrido.
—Tan bonita y tan amargada —pienso en el único instante en que sus ojos miel se dignaron a mirarme—. Odiosa.
Continúo mi camino hacia la nueva obra. El proyecto en la playa es una sociedad entre la constructora y una cadena hotelera que quieren crear los acaudalados Villarreal, mucho lujo pero no es de mi intereses, yo solo me encargó de mi trabajo como obrero y ya.
—¿Y tú que tienes?— escucho a Ricardo, mi amigo— si sigues picando de esa forma no vas a necesitar herramientas, con tus manos es suficiente.
Le explicó mientras trabajamos lo que sucedió y cómo siempre sus regaños están presentes. Es el único que sabe de mi romance con Mireya, jamás ha estado de acuerdo pero valoró sus consejos y amistad, aunque insista qué miro alto y la caída puede ser desastrosa no me importa. Amo a esa mujer y después de terminar y un buen baño voy a su encuentro sin más.
—Mi amor— me recibe con los brazos abiertos como siempre— tengo algo que decirte. Hoy fui a ver a tu hermana.
Espero alguna crisis de su problema cardíaco pero para mi sorpresa, su desesperación la lleva a la histeria. Una peor que la propia Lorena.
Mireya me pregunta entre empujones porque lo hice, quedamos en algo y no respeté lo que dije. Por mucho que quiero explicar no me deja, sólo llora y maldice mil cosas y no entiendo nada. Parece que estoy frente a una persona totalmente desconocida, esta no es mi rubia adorable de siempre… Esta no es ella.
—¡Ya basta!— tengo que sujetar sus brazos para que se calme— no hablé con ella, ni siquiera me miró. Tu hermana es insoportable y no crucé palabra con ella. ¿Qué te pasa?.
—¡Me engañaste! —no deja de llorar y temblar— te pedí que no hablaras con nadie y fuiste a buscarla. ¡Esto se terminó, Darío!.
—¿Qué?
—¡Ya no quiero saber nada de ti! No voy a perder la confianza de mi familia por tus arrebatos de moral. ¡Lo nuestro se acabó!.
La miró incrédulo, con la rabia mordiéndome por dentro y el corazón que se me desarma.
—Ni lo pienses, Mireya. —mi voz sale más grave de lo que nunca he usado— No me vas a perder. Yo no te voy a dejar.
Ahora mismo vamos con tu familia y terminamos con esto de una vez. ¡Vamos!.