MIREYA
—¿Qué haces aquí?. !¡Cálmate y deja de gritar Mireya!. Son las siete de la mañana. ¿Qué haces en mi casa?.
—Agustín. ¿Eres mi amigo verdad?. ¡Me tienes que ayudar! Necesito quitarme un gran problema de encima.
Porque yo no voy a perder, lo siento mucho pero no voy a perder todo lo que tengo por nadie… ni siquiera por Darío.
Mí corazón aún no se estabiliza después de la discusión que hemos tenido, me costo horas de lágrimas y sexo intenso para calmar las aguas pero eso no me deja tranquila, mucho menos después de saber que estuvo a punto de hablar con mi hermana. El Darío que deje ya no parece tan dócil como antes y tengo miedo.
—No lo puedo creer. La aristócrata Mireya Izaguirre acostándose con un simple obrero— su burla me enferma— relájate. Ya escuche toda tu historia, es claro que tienes al peón comiendo de tu mano.
—¡No!. No lo entiendes, nunca lo había visto tan determinado.
No conozco a persona más maquiavélica que él y necesito alejar a Dario, al menos hasta que me case.
—¿Quieres que lo mate?.
Es un demente. Se burla de mi cara diciendo que no es un asesino, por el contrario me recuerda lo que ya sé. Es abogado, de los peores y más sucios pero es lo que necesito.
He venido pensando demasiado y se lo hago saber, Darío no se va a querer alejar de mí por las buenas. Me caso en tres meses, después planeó decirle que me obligaron, estoy segura que no tendrá problemas en ser mí amante. Lo único que necesito es tenerlo lejos un tiempo.
—No lo podemos acusar de fraude— oscurece mis esperanzas— el sólo carga bultos para la constructora. Es un obrero común y corriente.
—¿Qué hago?. ¡Dime que hago!.
No tengo dudas que es un patán, por mucho que ante Lorena se muestre como un ángel pues siempre ha estado enamorado de ella. Conmigo no tiene caretas, me pregunta si hice el amor con Darío y la respuesta es sí, aunque no lo entiendo, mucho menos cuando sus ojos tienen maldad, limpiando mí labio que no me había dado cuenta que estaba sangrando y una sonrisa horrible.
—Piensa esto, lo que hagas es sólo para quitarte al obrero de encima— sostiene mí cara delicadamente— una simple denuncia no va a servir de nada, tu necesitas mí ayuda y yo mucho dinero.
Es una locura, lo que me dice es totalmente absurdo y retorcido pero con tanto sentido que me desespera. Su ayuda no sólo es arriesgada si no también cruel y violenta. No quiero aceptar pero lo último que me podía pasar me sucede cuando veo el celular y la peor noticia es el correo electrónico que llega como gancho al estómago.
—Hazlo… haz lo que tengas que hacer pero ayúdame.
El sacrificio tiene que valer la pena porque lo que hago por mí misma no tiene precio que valga. El segundo golpe me tira al suelo y gritó desesperada mientras toma mí cabello y me hace viajar a las malas por todo su departamento.
Por Dios que ya no se ni donde estoy, lo único que le pido es que no me arruine la cara pero igualmente lo hace, me exige que me calle, me hace jurar muchas veces que le pagaré y que esto sólo quedará entre nosotros y lo hago. Lo juro hasta que estoy lista e irreconocible maldiciendo a este animal y todo lo que tengo que hacer.
—¡Eres un maldito!— ni siquiera puedo hablar bien— ¿qué haces ahora?.
—Necesitamos un testigo, el abogado soy yo.
Y yo no tengo fuerzas ni siquiera para refutar. Mí cuerpo no tiene voluntad, sólo me dejó llevar por la bestia de Agustín que me toma en brazos diciendo que espera, haga mejores actuaciones que los ataques al corazón porque lo vamos a necesitar.
Me sube al auto y creo haber perdido el sentido porque ya es de noche, ya no estamos en el departamento, ni siquiera cerca de la ciudad. Este lugar huele y se nota lleno de pobreza, maldita mente muy cerca del barrio donde le dije vive Darío.
Podría preguntar pero yo creo que me rompió alguna costilla, me duele respirar, siento la lengua más grande, mí pómulo hinchado y la cabeza por reventar.
—¿Qué haces?. Me duele mucho, llévame a un hospital— me calla y arroja con cuidado en unos matorrales— ¿Dónde estoy?. ¿Qué hago aquí?.
—Estamos esperando a tu testigo. ¿Vas a seguir mis órdenes o no?.
Respondo que sí pero muero de frío, me duele todo pero no dejo de esperar que mí cuerpo bote esa maldición que Darío ha puesto dentro de mí. Mí suerte no puede ser tan desgraciada, yo no voy a tener el hijo de un obrero, no voy a perder todo lo que tengo cueste lo que me cueste.
—¡Agustín!... ¿Dónde está mí hermana?. Más te vale que haberme hecho venir hasta aquí tenga una muy buena explicación. ¿Dónde está Mireya?.
Ahora lo entiendo y estoy de acuerdo.
La veo aparecer entre los árboles y me lleno de falsa esperanza, como si todo este infierno fuese real porque así es como debe parecer.Lorena corre hacia mí, hasta se cae en uno de los matorrales pero se levanta rápido hasta llegar donde estoy. Imagino que debo parecer un monstruo porque
sus ojos se abren con espanto y en su rostro se dibuja un miedo que te eriza la piel.—No puede ser— sus lágrimas me caen en la cara y se nota que hasta quiere vomitar—¡Mireya! ¿Qué te pasó?. !¡Dios mío!.
—¡No me toques! —tiemblo, me recojo contra el suelo y me aferro a mi propio cuerpo—. ¡No me dejes que nadie me toque, por favor! ¡Me violaron. Ayúdame tú, sólo tú por favor.
Ella extiende la mano pero la retira de inmediato, como si mi piel la quemara. Sus ojos miel se llenan de lágrimas y maldiciones, se pasa las manos por el cabello una y otra vez diciendo que esto no puede ser. Por primera vez la veo desesperada por mí, como si realmente le importara, cuando toda la vida me ha odiado por ser mejor que ella, sin embargo, por ahora. Es mi única opción.
—La encontré tirada en la carretera —escucho al diabólico de Agustín con voz triste poniéndose a su lado como el salvador que no es—. Estaba sola, sin fuerzas, apenas podía hablar. No quería que nadie la tocara. Lo único que repetía era que un hombre abusó de ella.
Mi hermana lo mira con furia, parece odiar el mundo y para mí sorpresa, toma mí cabello con una dulzura que se me hace irreconocible, me dice que debemos ir al médico. Llora mas que yo preguntándole a Dios por qué pero me niego.
Si voy al médico mí farsa se verá al descubierto.
—¿Quién fue? ¡Dime quién te hizo esto! ¿Que animal fue capaz de hacerte algo así?.
—Me quiero morir— lloró en su pecho— me quiero morir.
Cierro los ojos con fuerza y dejo que mi garganta suelte el grito ensayado una y otra vez:
—¡Darío!— me tiembla el cuerpo por mí mentira pero confío en que él lo entenderá— un obrero, me violó— me aferró a ella— no quiero que nadie sepa, júrame que me vas a ayudar.
—Lo tenemos que denunciar— huyó de Agustín como me dijo que haga y Lorena me abraza más fuerte— Mireya, ese hombre casi te mata.
—No quiero que nadie sepa, tengo mucha vergüenza. ¿Tú me crees verdad Lorena?. Dime que me crees, yo no tuve la culpa. Ayúdame hermana. Te lo ruego.
—Te creo, nadie merece algo así. Te juro que te voy ayudar, en lo que tú quieras vamos a destruir a ese enfermo— me da un beso y me río sin que me vea— te lo juro.