El coche se alejó de la casa principal, envuelto en el silencio de la noche mientras cruzaban la puerta delantera.
Brown extendió la mano y tomó la de Kylie, sin apartar la vista del camino.
—Gracias —dijo en voz baja—, por sobrevivir y vivir tan bien todo este tiempo, Kylie… mi escritora preciosa, tan pura como el rocío de la mañana.
—¿Eh? —Kylie parpadeó, confundida—. Espera, ¿tú... leíste mi novela?
Brown sonrió apenas. —¿De verdad crees que tengo tiempo para leer novelas?
Ajá, claro que no, pensó Kylie, lanzándole una mirada escéptica que lo decía todo.
—¿Y qué pasa con el final de esa historia que leían las amigas de Alicia? —lo retó—. ¿Sabes? La del pasado y la venganza.
—Se casaron —respondió con calma, acelerando por la calle vacía.
Kylie ni siquiera se dio cuenta de que ya estaban en la carretera que conducía a su casa.
—¡Ajá! ¡Lo sabía! —exclamó triunfante—. ¡Sí la leíste! Esa historia de la vendedora de empanadillas y el CEO del centro comercial... ¡la chica que perdonó a t