El tiempo seguía avanzando. Pasaron los meses, cambiaron las estaciones. Las hojas que antes se habían marchitado bajo el sol veraniego comenzaban a brotar de nuevo. A la suave luz de la mañana, los retoños se estiraban, cumpliendo su silencioso deber: crear vida, alimentar los árboles y dar nacimiento a nuevas flores de todos los colores.
Incluso empezaban a aparecer los diminutos brotes de fruta.
Era un recordatorio sencillo: el mundo gira según su propio ritmo, sin importar lo que hagan las personas.
En los últimos meses, mucho había sucedido en la vida de Brown y Kylie. Su matrimonio era vibrante y lleno de calidez. Y ahora, el hombre que una vez vivió solo como un leal asistente estaba a punto de ganar un nuevo título: uno que su antiguo empleador había alcanzado antes que él.
Futuro padre. Así era como Kylie lo llamaba con cariño.
Una mañana, después de compartir un momento tranquilo juntos, Brown apartó el cabello de Kylie y comenzó a besar su cuello. Ella se rió, retorciéndose