46
—Eran casi las nueva de la noche y todo el día había llovido, caminaba con una pequeña maleta que había sacado a hurtadillas de casa. Llamé durante una hora a Izan, pero jamás me respondió. Cuando pasé el puente de Verona, alguien sujetó con fuerza mis hombros y me tiró con rapidez hacia un lado de la carretera. Repetía en un acento que no reconocía en nombre de Izan. Sus ojos cafés eran aterradores. Sentí la estocada más dolorosa y asquerosa de mi vida. Mi entrepierna sangraba y ardía demasiado. Ese hombre me golpeó hasta dejarme casi inconsciente y fue cuando me di cuenta que estuve saliendo con el enemigo hacia unas semanas atrás. Un amigo de mi padre me encontró casi muerta. Cuando Izan se enteró voló hacia italiana como un loco y yo solo rogaba que no fuera porque tenía que él se diera cuenta y lo asesin