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El cielo está azul por completo y puedo jurar que el sol brilla como nunca, mi pecho duele al recordarlo, me duele tanto recordarlo, pero la vida sigue y yo debo de seguir con ella. Aprieto la raíz de las rosas que llevo en las manos; pensé que no dolería, pero si, si duele.
Duele dejar el pasado atrás y vivir el presente.
Hiraku me ayudó mucho los primeros días, estar dentro de la clínica cuidando de Izan y el coma fue una pesadilla en vida, luego fue peor cuando la familia se fue y quedé sola. Los días pasaban y él no mejoraba ni un poco, pero yo seguía con mi fe intacta sabiendo que pronto la luz brillaría para mí.
Una ambulancia llega apenas piso la entrada del hospital, una enfermera me da la bienvenida y entro a toda prisa para no tener que ver porque han traído esa persona hasta aquí.
—Señora Russo ¿Está bien? —asiento. —Está algo pálida ¿Segura que está bien?
—Solo sigo teniéndole miedo a los hospitales… ¿Cómo está él? —la mujer vestida de blanco niega.
—Lo siento por el se