Estamos en la lĂnea de los capĂtulos finales de esta historia, y solo les voy a pedir una cosa: por muy feo que todo parezca que se pone, quiero que sepan que todo tiene una razĂłn. Ahora, teniendo esta advertencia, ¡no olviden dejar sus comentarios! Necesitamos que esta novela llegue a muchas más personas, ¡bendiciones!
Will Sinclair.—Quien sea que lo haya contratado tiene mucho dinero —me dice el investigador—. Una identidad nueva, con un boleto para ese destino… QuerĂa encargarse de que el tipo no fuese encontrado. Pero por suerte, lo hicimos. AquĂ está toda la informaciĂłn, detallada para la policĂa.Miro la nueva identificaciĂłn del hombre que manipulĂł el sistema elĂ©ctrico de la empresa, y me pregunto si es necesario que haga demasiado escándalo por esto.—Me gustarĂa que te encargaras de esto —le pido, un tanto frustrado—. Le dirĂ© a mi abogado que te acompañe. Vayan por Ă©l, haz que confiese, incluso con algĂşn documento firmado. Luego irĂ© con los Smith con toda la evidencia. Me devolverán todo el dinero que invertĂ en reparar los daños.—¿Y va a dejar que se escape Christian Smith?Bufo.—Él ya no tiene nada… —expreso, sabiendo lo sucedido con su despido.Además, sĂ© que Sebastian está muy delicado de salud. Si acaso se entera que he metido preso a su nieto podrĂa perjudicar su corazĂłn. Se repetirĂ
Lauren.Al poner un pie en la habitaciĂłn, mi corazĂłn herido palpita, llamándolo. No sĂ© quĂ© harĂa si lo pierdo. No sĂ© quĂ© harĂa si no logra superar esto.—Hola, Ken… —saludo, conmocionada, sentándome a su lado, sosteniendo su mano—. Mi amor tú… Vas a estar bien —lo convenzo—. La cirugĂa saliĂł bien, solo… Tienes que ser fuerte, Ken… Por favor lucha… Por tu familia, por mĂ… —le suplico.Las lágrimas salen sin poder detenerlas. Verlo aquĂ en esta camilla, con todos estos aparatos, es la cosa más horrible que he visto en mi vida.Kenneth llegĂł inconsciente al hospital, tuvieron que operar un coagulo de sangre en su cerebro producido por el accidente. SaliĂł de cirugĂa hace seis horas, y no fue hasta ahora que me permitieron verlo.Kasey no durĂł mucho tiempo desmayada. RecobrĂł la cordura y rápidamente fuimos al aeropuerto, para que le jet nos llevara directo a Montreal. Fueron las cuatro horas de vuelo más horribles de nuestras vidas. No nos soltamos la mano en ningĂşn momento.Pero lo peor
Lauren Mitchell.Una vida tranquila, un empleo con buena paga, apoyar a mi madre, ahorrar para pagar mi carrera universitaria… Eso era todo lo que deseaba; pero hay cosas en la vida que pasan sin planearlas.Como un fuerte huracán que arrasa con la más estable de las estructuras, asĂ era Ă©l para mĂ. Destruyendo cada lĂnea que jamás le hubiese permitido si quiera ver a otros hombres; pisando mis terrenos sombrĂos, y apropiándose de ellos, para plantar fuertes árboles coloridos; con raĂces que ni siquiera su mismo huracán tenĂa la fuerza de arrancar.—Lauren, dime la hora.TomĂ© el telĂ©fono en mi bolsillo, y al verificar, suspirĂ©.—Solo diez minutos para que su familia llegue, señor Sinclair —avisĂ©, subiĂ©ndolo con cautela a su silla de ruedas—. ÂżQuĂ© va a pensar su familia cuando vea que es medio dĂa y ni siquiera ha desayunado?El señor Sinclair soltĂł una áspera risa mientras lo llevaba hacia el ascensor de su mansiĂłn para bajar a la primera planta.—No te echarán la culpa a ti, cariño.
Lauren.—He terminado, Lauren.Apenas escuchĂ© el grito del señor Sinclair en el baño, me levantĂ© de la cama rápidamente. Sin embargo, antes de que pudiera abrir la puerta, su nieto apareciĂł, inundando mis fosas nasales con su encantador perfume. Me dejĂł sorprendida su rapidez y la forma en que me vio, para decir:—De ahora en adelante yo me encargo de atenderlo en el baño, y cambiarlo.Quise abrir la boca para refutar, pero el moreno simplemente se adentrĂł, dejándome paralizada. Luego escuchĂ© al señor Sinclair preguntar por mĂ, y respirĂ© profundo.No iba a dejar que me dominara.Él no habĂa cumplido un jodido dĂa en la mansiĂłn y querĂa quitarme mi empleo. Mi sangre hervĂa cada que lo veĂa por allĂ, cazándome como una presa, receloso, como si yo quisiera hacerle algĂşn daño a su abuelo.ÂżAcaso era idiota? TenĂa muchas cosas para decirle.Me habĂa dado cuenta que frente a su abuelo, era cortes, amable, conmigo, pero cuando no, en tan solo pocas horas, me hablaba con ese tono demandante, u
Kenneth Sinclair.DespertĂ© muy temprano para salir a trotar. Me asegurĂ© de ir por el camino principal, evitando el atajo que de adolescente solĂa tomar, pues solĂa vivir en la mansiĂłn Sinclair con mis padres.Ya estaba lo suficientemente claro cuando llevaba medio kilĂłmetro recorrido. Mis airpoids reproducĂan mĂşsica de Artic Monkeys, que me hacĂa el camino ligero. Y pronto algunas mujeres que seguramente no tenĂa tiempo de ir al gimnasio por ser amas de casa, se unieron detrás de mĂ, por lo que trotĂ© hacia atrás para hacer saber que me gustarĂa ir a su ritmo. Y una vez que me encontrĂ© con ellas, las detallĂ©.Pude darme cuenta que tres de ellas eran madres, e incluso habĂa una adolescente de al menos quince años que deberĂa estar preparándose para la escuela.ConocĂa a una de esas tres mujeres del vecindario, asĂ que no tardĂ© en entablar conversaciĂłn a medias, intentando descifrar cuál de las tres tenĂa más problemas con su marido y asĂ poderla llevar a mi cama en el futuro.DebĂa ser
Lauren.La mirada del moreno no se apartaba de mĂ mientras Ăbamos en la limusina. El señor Sinclair estaba conversando de forma amena con su chofer de confianza, Dick, mientras su nieto fingĂa estar concentrado en su telĂ©fono, pero lo sentĂa, simplemente me estaba mirando.PodĂa darme cuenta que no me miraba porque tuviera interĂ©s en mĂ, sino porque intentaba hacerme sentir incomoda. Y estaba frustrada por mantener el control. De no ser el nieto de mi jefe lo habrĂa sacado por la ventana. Aunque sacar su enorme cuerpo serĂa difĂcil para mĂ.Me sentĂ nerviosa cuando se arrimĂł un poco al medio del largo asiento y se inclinĂł para hablar.—Abuelo, Âżde quĂ© amigos hablas? ÂżNuestros socios en Miami o tus amigos de la universidad?—Los de la universidad —respondiĂł, y luego mi jefe girĂł un poco la cabeza para verme desde su asiento—. Por cierto, cariño. ÂżA quĂ© no adivinas quiĂ©n me dijo Sebastian que irĂa?SentĂ mi estĂłmago revolverse.—No hace falta que me lo diga —respondĂ para rodar los ojos
Lauren.—¿Estás bien, Lauren?GirĂ© mi rostro hacia Christian para darle un asentimiento con una pequeña sonrisa. Antes se habĂa comportado como un idiota, pero me habĂa defendido, aunque no de la mejor manera posible; me sentĂa culpable porque Kenneth se hubiese sentido expuesto ante todos despuĂ©s de que lo estuvieran ignorando.Ya habĂa pasado dos horas de lo acontecido. Estábamos viendo algunos informes sobre las carreras de caballos pasadas, comĂamos algunos bocadillos, y me aseguraba cada media hora de tomar la tensiĂłn del señor Sinclair; porque habĂa notado que le afectĂł la acciĂłn de su nieto y la verdad es que su tensiĂłn habĂa subido un poco más de lo normal despuĂ©s de lo sucedido.Christian se mantuvo al margen despuĂ©s de preguntarme si estaba bien. AgradecĂ eso. Me concentrĂ© en conversar con Boris y su esposo Carter. Boris me dijo que realmente tenĂa mucha ropa de algunas pasarelas en su estudio, que jamás volverĂa a usar en sus modelos, y que estarĂa encantado de dármelas, ase
Kenneth.Sasha estaba ocupada con mi polla mientras yo me encargaba de darle placer con la lengua a la pelinegra. Su coño bien afeitado ascendĂa y descendĂa por toda mi cara como una demente. Con una mano motivaba a la rubia a seguir en los suyo mientras con la otra sostenĂa la cadera de la pelinegra. No era mi primer trĂo y estaba seguro que no serĂa el Ăşltimo.Cassandra, la pelinegra, era una muy buena conocida mĂa; bi, soltera, dispuesta a ir a donde yo le indicara siempre que tenĂa a otra dispuesta a la aventura.Mi mente estaba ocupada, invadida de pensamientos insanos en el sexo. Con la excitaciĂłn por las nubes al tenerlas a ambas para mĂ. JodĂ a cada una hasta el cansancio, dejando en la cama, el suelo y las paredes, un buen recordatorio de mi capacidad. PodĂa correrme rápido pero, en menos de un minuto estaba realmente listo para otra ronda y las mujeres siempre amaban eso.Tras despedirme de Sasha, asegurándole que tendrĂamos una cena, recordĂ© que esa misma noche tendrĂa una