Al día siguiente
New York
Lance
La noche anterior había sido intensa, distinta. Sentía todavía en la piel el calor de los besos de Karina, el murmullo de su voz agradeciéndome mi paciencia, la forma en que se aferró a mi cuello antes de despedirnos. Esa sensación me había dejado intranquilo, dando vueltas en mi departamento, incapaz de concentrarme en nada más. En un arrebato, tomé el teléfono y la llamé. Una, dos veces sonó… nada. Estuve a punto de rendirme, cuando al tercer intento escuché por fin su voz.
—Amor, buenos días —respondió con un tono suave, entre risas de fondo.
—Buenos días, hermosa. ¿Dónde estás? ¿en casa? —pregunté ansioso, jugando con las llaves en mi mano.
—No, estoy con las chicas, haciendo unas compras en el centro de la ciudad.
—¿En serio? —me sorprendí—. ¿Y vas a tardar mucho?
—Un rato más, estamos eligiendo el regalo de Andrea, todavía no decide lo que quiere.
—Entonces mándame la dirección. Quiero verte. —Mi voz sonó más firme de lo que esperaba.
Ella dudó un