Al día siguiente
Washington
Williams
Miro mi celular con una sonrisa fría. Mis planes avanzan mejor de lo que esperaba: Lance viene a mí buscando ayuda. Ahora solo falta ejecutar la siguiente fase. Marqué el número de Harry con determinación.
—Buenos días, Harry. Necesito que vengas inmediatamente a EE. UU. —mi voz es firme, sin espacio a discusión.
—Williams, ¿cuál es la emergencia? —responde, con la voz tensa—. Estoy ocupado con el asunto de la mafia rusa.
Aprieto los dientes, incapaz de mostrar paciencia.
—Haz lo que te digo. Necesito que te ocupes personalmente de un tema.
—¿Me puedes adelantar de qué se trata?
—Tengo la firma de Lance. Consigue un falsificador experto. Vamos a ejecutar el resto del plan.
—Está bien… pero, ¿crees que podemos obligar a Lance a ocupar el puesto de la presidencia de tus empresas? —su tono mezcla incredulidad y preocupación.
—Mi muchacho lo hará. Dalo por hecho. No permitirá que su familia se quede en la calle, aunque tenga que encerrarlo en la cárcel,