El mismo día
Londres
Lance
No sé cuánto tiempo ha pasado. El reloj marca las horas, pero el tiempo no avanza. Mi cuerpo está aquí, sentado, moviéndose por inercia, pero mi mente sigue allá… con Karina, con mis hijos. No dejo de pensar en su mirada, en la forma en que su voz se quebró cuando dijo mi nombre por última vez. Siento un hueco en el pecho, como si me hubieran arrancado el aire.
Camino junto a Cristina por los pasillos del edificio. Las luces blancas me hieren los ojos. El ascensor parece tardar siglos. Cuando por fin llegamos a la sala de juntas, Amanda nos espera.
—Buenos días, Lance —me dice, notando mi rostro—. ¿Te sucede algo? ¿Dónde está Karina?
Trago saliva. No me sale la voz.
—Karina… se fue —murmuro—. Me abandonó.
Amanda me observa, confundida.
—¿Qué pasó entre ustedes?
Cristina golpea la mesa.
—¡El imbécil de Michael, eso pasó! —su voz tiembla de rabia—. ¿Dónde está ese traidor?
Mientras ella habla, yo apenas escucho. El zumbido del aire acondicionado me ensordece. M