Amenazas

Unas semanas después, marzo.

Londres

Martha

Siento un nudo en el estómago mientras me acerco a la cafetería; el aroma del café recién hecho se mezcla con la brisa fresca de la mañana. Mis pasos suenan con determinación, aunque la ansiedad me hace apresurarme un poco. Collete me confirmó que el amigo de Steven compró sus deudas con la mafia, y ahora lo amenaza para que consiga el dinero. Cada pensamiento me hace contener la respiración.

Veo a Margaret ingresar al lugar en un instante, elegante y segura, pero su mirada refleja preocupación. Su bolso cuelga de un brazo, y me saluda con un abrazo medido y un beso rápido en la mejilla.

—Martha, ¿cómo estás, querida? —su voz es cálida, pero sus ojos parecen buscar alguna señal de miedo o inseguridad en mí.

—No tan bien como tú, Margaret… —digo, tomándome un momento para ajustar mi bufanda y respirar hondo, dejando que mis dedos jueguen con la taza de café antes de continuar—…pero vamos directo a lo que nos interesa.

Ella frunce ligeramente el ceño y juega nerviosa con la servilleta sobre la mesa.

—¿Cómo puedes decir eso, Martha? —hace una pausa, sus dedos se aferran a la taza, y sus ojos buscan los míos—. Estoy preocupada por Lance… sé lo que pasó con esa mujer.

Respiro hondo, conteniendo un temblor que me sube por la garganta.

—Dime… ¿qué averiguaste? —mi voz se mantiene firme, aunque mis manos se cierran en un ligero puño sobre la mesa—. ¿Qué sabes de ese niño? ¿Existe… o es imaginación de tu esposo?

Margaret suspira, como si hubiera esperado esa pregunta. Saca un sobre de su bolso y me lo entrega con cuidado.

—Martha, pude conseguir una foto del niño y su dirección… aquí lo tienes —su mano tiembla ligeramente al pasarme el sobre.

Tomo la foto entre mis dedos, mi pulso se acelera. Observo al niño, cada rasgo familiar me hace dudar y pensar.

—Déjame ver —susurro, inclinándome sobre la imagen—. Tal vez podría ser hijo de Lance… —hago una pausa—. Es difícil saber… más se parece a esa mujer; tiene muchos rasgos asiáticos. Habría que hacerle una prueba de ADN.

—Eso va a ser difícil… —dice Margaret, mordiéndose el labio inferior, incapaz de ocultar la preocupación—. No creo que lo permita su madre. Lance podría reclamar la paternidad y quitárselo.

—Yo me encargo de eso —sentencio, inclinándose hacia mí y bajando un poco la voz—. Esta es la dirección del lugar. ¿Estás segura? —añado.

Ella hace un gesto con su cabeza.

—No olvides llevarle algo a tu nieto… podría ser un pequeño avión a escala, como a Lance le gustaba —susurra, y su mirada se suaviza por un instante, mezclando nostalgia y urgencia.

—No te preocupes, Margaret… me has ayudado mucho —respondo, poniéndome de pie lentamente.

Horas más tarde.

En la suite del hotel hablo con Collete, mientras el silencio de la habitación parece absorber cada palabra.

—¿Qué crees, Collete? ¿Por qué Margaret me dio la foto del niño? —mi voz tiembla levemente, y mis dedos giran el borde de la taza de café—. ¿Será real?

—Martha, ¿por qué tienes dudas? —Collete me observa fijamente, inclinándose hacia adelante—. Ella siempre fue sincera contigo.

—Me dio un mensaje en clave… —respiro hondo, dejando que la tensión suba a mi voz—. Me dijo que le lleve al niño un avión a escala. Siempre usamos ese término cuando Williams intentaba algo contra Christopher.

—Será que intenta algo contra ti. —Collete frunce el ceño y cruza los brazos—. Esta dirección, donde supuestamente está el niño, está muy retirada… me parece peligroso, Martha. Deberíamos ir con alguien de confianza. ¿Por qué no me dejas que me encargue?

—Collete… —mi voz se endurece, y siento cómo aprieto los dientes—. Voy a ir sola al lugar. Seguramente Williams me está vigilando. Debo hacerle creer que le creo; necesitamos ganar tiempo.

—Martha, no pienso dejarte sola. Vamos con Paul —insiste, sus ojos brillan con determinación y preocupación a la vez.

—Collete, ya te involucré demasiado en esto… —digo, respirando hondo y acariciando mi propio brazo—. Te prometo que seré cuidadosa.

—Hagamos esto: haz que parezca que pides un taxi y vas al lugar, haciendo creer que te espera el chofer. —Sus palabras son rápidas, urgentes, y siento que mi corazón se acelera—. Paul conducirá y te llevará al lugar, ¿estás entendiendo?

—Está bien… organízalo para mañana, Collete. —mi voz es firme, aunque mis manos tiemblan ligeramente mientras cierro la taza entre ellas—. Pero dile a tu esposo que tome todos los recaudos.

New York

Karina

El aroma del café recién hecho aún flota en el aire, pero ni siquiera eso logra calmar mi mente. Estoy sentada junto a Cristina, revisando informes, pero mis pensamientos se han desbordado. Hoy es 24 de marzo y algo me golpea: mi periodo no ha llegado. Un frío recorre mi espalda y siento cómo mi estómago se encoge.

—Karina, ¿estás bien? Te estoy hablando hace un rato y no me dices nada—Cristina inclina la cabeza, frunce el ceño y me mira como si pudiera leerme.

—Lo siento… me perdí un momento—mi voz sale temblorosa, y desvío la mirada hacia la ventana para calmarme—. Pero, ¿hasta cuándo tenemos tiempo de presentar la oferta?

—Hasta mañana, Karina. Hoy es 24 de marzo del 2009. ¿Qué te sucede? —sus ojos buscan los míos, y siento la urgencia en su tono.

—Cristina… no ha venido mi periodo… ¿sabes lo que significa? —mi respiración se hace más rápida, y me paso una mano por el cabello, nerviosa.

—Deja todo, vamos a una farmacia ahora mismo. Toma tu bolso —ella se levanta de un salto, decidida, y yo siento cómo su energía me contagia.

—Está bien… vamos, salgamos de dudas—respondo, poniéndome de pie lentamente y ajustándome la chaqueta, con un nudo en el estómago y el corazón latiendo con fuerza.

Minutos después

Me encuentro frente al espejo del baño. Siento la prueba de embarazo entre mis dedos, el frío del plástico contrastando con el calor que sube a mi rostro. Respiro hondo, con las manos temblorosas, y preparo mi mente para lo que voy a descubrir.

Salgo y Cristina está a mi lado, su mirada fija en mí, esperando una señal.

—Karina, ¿y qué es? ¿positivo? —averigua, su voz temblando levemente por la anticipación.

—Tú eres peor que tu hermano, veo que es mal de familia, toca esperar —respondo, intentando sonreír, tratando de calmar la ansiedad que me oprime el pecho.

—Solo quiero saber… por lo menos una noticia buena tiene que haber dentro de todo este caos que hay —susurra, dándome un pequeño toque en el hombro.

—Sí… un hijo es una noticia buena, pero Lance se va a preocupar más, esta guerra que hay, lo está afectando —confieso, pasando una mano por mi vientre sin sentir realmente nada aún, solo la esperanza y el miedo mezclados.

—Cálmate, Karina. No es culpa nuestra, el abuelo la comenzó, nos toca defendernos. Esto pronto se va a acabar, falta poco, ya lo verás —me anima Cristina, con firmeza.

—Mejor voy a ver el resultado, Cristina —susurro, tomando la prueba y entrando al baño, con las manos temblorosas y respiración entrecortada. Contengo el aliento al mirar las dos rayitas.

—¡Es positivo! —exclamo, dejando que las lágrimas se mezclen con la risa nerviosa, mientras salgo del baño. Cristina me recibe con una mirada expectante y un abrazo inmediato.

—Qué felicidad —dice, emocionada, estrechándome con fuerza.

—No le digas a nadie… primero debe enterarse Lance —murmuro, apoyando mi cabeza en su hombro por un instante, aún temblando.

—Por supuesto, se pondrá feliz, mi hermano —responde, soltándome y sonriendo con complicidad.

Quedo unos segundos sola, con la prueba en la mano, sintiendo que un nuevo capítulo comienza, y que muy pronto tendremos que compartir esta alegría con Lance.

Londres

Amanda

El pent-house de mi padre siempre huele a poder y a frialdad. Me siento en uno de los sofás de la sala, cruzando las piernas, con el corazón latiendo rápido, preparando la estrategia. Hoy no es una visita cualquiera, hoy voy a enfrentar a Harry y reclamar lo que me pertenece. Cada segundo de espera me hace apretar los labios y cerrar los puños bajo la falda.

Escucho el sonido de la puerta, un clic que me hace erizar la piel. Lo veo entrar con su porte arrogante, una mezcla de sorpresa y curiosidad reflejada en su rostro.

—Hija, ¿qué haces aquí? No te esperaba —su voz resuena en la sala, tratando de parecer casual, pero sé que hay tensión detrás de cada palabra.

—No es una visita de cortesía. Sabes muy bien lo que quiero —respondo firme, levantando la barbilla y cruzando los brazos.

Harry suspira, camina despacio hacia mí y deja caer su peso en uno de los sillones frente al mío, jugando con las llaves en su mano.

—Amanda, hija, qué manera de insistir con el tema de tu herencia. No te puedo dar el dinero, alguien me está siguiendo los pasos —dice, con un hilo de frustración, evitando mi mirada directa.

—Ese no es mi problema. Falsificaste mi firma, me robaste todo lo que me dejó mi madre. Si no me lo das, te meto preso; tengo las pruebas de que lo hiciste —mi voz se eleva un poco.

Harry me mira, atónito, y luego aparta la vista, intentando recuperar el control:

—Amanda, ¿no entiendes? No puedo mover tanto dinero —responde, con un hilo de desesperación y autoridad mezclados.

—Préstalo, vende tu alma, haz lo que tengas que hacer, pero me lo devuelves. Tienes 72 horas para que me lo entregues o un sobre va a llegar a la policía con todos tus secretos —mis ojos se clavan en los suyos, sin parpadear, mientras siento que cada palabra es un golpe calculado.

—No entiendo para qué quieres tu dinero. No te hace falta nada. Esto lo estás haciendo para vengarte de mí por lo del tema de Lance —Harry se inclina hacia adelante, sus dedos entrelazados, tratando de razonar, pero su voz suena inquieta.

—Piensa lo que quieras, padre, pero es mi dinero y estoy cansada de vivir de tus limosnas. Quiero ser dueña de mi vida sin tener que pedirte nada —mis hombros se enderezan, y mis labios se aprietan, conteniendo cualquier duda o miedo.

—Está bien, Amanda, pero no te puedo dar todo de inmediato, necesito más tiempo para eso —la tensión en su voz es evidente, sabe que esta vez no voy a ceder.

—72 horas es lo que tienes, consíguelo —susurro mientras me levanto, caminando hacia la puerta con pasos firmes.

Salgo del departamento, dejando atrás su incredulidad y mi determinación grabada en cada gesto. Hoy marcamos un antes y un después.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP