Alexander tomó de la mano a Sofía y la guio hasta el gran sofá que había en su oficina, ya que la rubia temblaba, aunque no sabía si era de furia o temor
—No puedo creer lo que hice. —dijo en un susurro una vez que tomaron asiento, y Alexander tomó sus manos entre las suyas. —No puedo creer lo que tú hiciste. —continuó Sofía buscando la mirada de Alexander.
—¿A qué te refieres?, ¿qué es lo que en verdad no puedes creer? —la mano del CEO acariciando su mejilla la hizo suspirar, era increíble lo que Alexander le hacía sentir con su sola presencia, más ahora.
—No puedo creer que hayas puesto en juego la tenencia de Bautista, y claro que no puedo creer que le haya lanzado café caliente ese hombre, Dios mío, ¿y si está herido? —los labios de Alexander mostraron una dulce sonrisa, ¿cómo no enamorarse de esa mujer?, ¿cómo no amarla y procurarla?, cuando aun siendo ella la única perjudicada en todo, aun así guardaba en su corazón espacio para personas que poco conocía como Bautista, y extraños