Capítulo Ochenta y ocho.
Alexander abrazaba dulcemente a Sofía, mientras sus lenguas danzaban como dos grandes amigas, el beso de consuelo rápidamente escaló a uno de anticipación, mientras la mano de Alexander descendía por la curva del trasero de la rubia, hasta que de pronto, alguien se aclaró la garganta, algo que sobresaltó a ambos.
—Disculpen por la interrupción, me hubiese anunciado con la secretaria, si esta estuviera en su lugar.
Las mejillas de Sofía enrojecieron al completo, nunca había tenido problema alguno al ingresar a la oficina de Alexander, sin embargo, desde aquel primer encuentro donde habían liberado sus instintos más bajos y básicos, cada vez que la rubia ingresaba a la oficina su corazón bombeaba con mayor fuerza, el deseo alimentaba el fuego de lo prohibido, de lo inmoral, y lo indecente, hacer el amor en la oficina de Alexander se había vuelto en su tentación personal, aunque no era la única, Alexander se sentía de igual modo.
—Pues sí mi secretaria no estaba en su lugar, no tienes po