Las luces se apagaron, y aún entre su desesperación lo que más lamentaba Sofía, era no haber podido apreciar con claridad el rostro de Alexander, el teléfono móvil estaba demasiado lejos y sus ojos demasiado hinchados como para hacer un buen enfoque, sentía que la muerte estaba próxima, quizás era la desesperación, tal vez era la realidad, pero el miedo la recorría al completo.
—Si en 15 minutos el dinero no está en el lugar acordado, hagan con ella lo que quiera. — la voz del jefe de la banda le erizó la piel y su mirada lo buscó con desespero.
—¡No, por favor! ¡esto no fue lo acordado, dijo media hora! —suplicó Sofía, con el poco aliento que le quedaba, pues a cada instante se le dificultaba más respirar.
—¿En verdad dije media hora? Bueno, creo que fue un error. —dijo con el tono cargado de diversión aquel hombre, y Sofía sintió su sangre una vez más congelarse, el frío calaba en sus huesos y sabía que la temperatura del lugar no tenía nada que ver con eso, simplemente era el miedo