—¿Qué? —Alexander estaba en shock, se hubiese imaginado que Lucrecia tenía un amante, varios en realidad, eso era de conocimiento público, o al menos eso creía Alexander, pero no pudo evitar sentirse humillado al saber que esa mujer, la madre de su hijo, lo había abandonado por un perdedor como Adrián. —Y yo creí que su estupidez tenía límites. —dijo aún conmocionado, sin saber qué más agregar, por qué a diferencia de Sofía ya no odiaba Lucrecia, ni la quería, no sentía absolutamente nada, el único tema que lo seguía atando a esa mujer era Bautista, solamente Bautista.
—Él es el motivo por el que finalmente Lucrecia te pidió el divorcio, y hubiese quedado todo allí, si no fuese porque Adrián decidió seguir invirtiendo, en verdad, no sé si tu exesposa es demasiado estúpida, o demasiado ingenua, pero incluso vendió la mansión que le dejaste.
—¡¿Qué?!, eso es imposible, no me han informado de nada.
—No tiene nada que informarte, o al menos eso creen los de bienes raíces, Darío también le