61. El Pacto con Luca
Matteo subió directamente a su habitación en la mansión, ignorando las miradas curiosas del personal que se apartaban a su paso como si su miseria fuera contagiosa. Se duchó rápidamente, el agua tan caliente que casi quemaba, cambiándose a ropa limpia. Intentando eliminar la evidencia física de la peor noche de su vida.
El agua caliente no pudo lavar el recuerdo de Isidora besando a Diego. Esa imagen estaba grabada en su mente como fuego sobre piel. Cada vez que cerraba los ojos, ahí estaba. La forma en que ella se había inclinado hacia él. La ternura del beso. La libertad en cada línea de su cuerpo.
Estaba terminando de vestirse, abotonándose una camisa con dedos torpes, cuando su teléfono sonó. El nombre de su padre apareció en la pantalla.
—Hola.
—Mi oficina. Una hora —la voz de Luca no admitía argumentos, no dejaba espacio para excusas—. Y no llegues tarde.
Colgó antes de que Matteo pudiera responder o protestar.
Matteo miró su reflejo en el espejo de cuerpo completo. Tenía ojeras