Matteo no durmió esa noche. No en la suite de Isidora, sino en la suya, al otro lado de la puerta doble. La cama king size de la suite principal permanecía ostentosamente vacía, una burla al poder que Luca Franzani le había forzado a ejercer.

La rabia por la burla de Clara y el orgullo herido por el desafío de Isidora se habían condensado en una sola certeza: la boda era en un mes, y la única forma de asegurar la fachada era anular su resistencia.

El desafío de Isidora de negarle el control era ahora una obsesión. Él había ordenado la mudanza a su suite, pero no podía entrar. Su orgullo le impedía forzar la intimidad, temiendo que ella usara esa agresión como su última arma de escape. La abstinencia forzada era la tortura autoimpuesta de Matteo.

A la mañana siguiente, el desayuno fue silencioso. Isidora entró al comedor con el rostro pálido, pero con una rigidez que desmentía cualquier temor. El traje de pantalón gris había sido reemplazado por uno de los nuevos vestidos negros de Matt