Levanta la mano y trata de tocarme. Pero soy rápida y giro el rostro de inmediato, evitando su contacto. No voy a dejar que su piel y la mía ni siquiera se rocen. No lo permitiré.
Él suelta una risa baja y oscura. Retira su mano con calma, sin dejar de mirarme.
—Ya veo que no, —susurra—. Sigues manteniendo esa rebeldía. —Inclina el rostro antes de añadir con una tranquilidad escalofriante. —Tarde o temprano, tendrás que dejarla. —Su tono cambia, más seco, más pesado. —Si no quieres que los tuyos salgan heridos.
Mi mirada se afila de inmediato.
Giro bruscamente la cabeza, mis ojos perforándolo con odio puro.
—Ni en esta jodida vida, ni en ninguna otra, me tendrás suplicando. —Él solo sonríe. —Y menos por tu asquerosa polla. —Mis labios se curvan con desprecio—. Esa te la puedes guardar muy bien dentro de tus pantalones o en otro coño.
Su expresión no cambia, no se inmuta. Solo hay diversión en sus ojos oscuros. Pero mi cuerpo se tensa de inmediato cuando saca su teléfono y me muestr