Capítulo - La Noche
La habitación quedó en silencio cuando se cerró la puerta, un silencio tibio y elástico que parecía sostenerlos en el aire, con la ciudad todavía palpitando allá abajo como un rumor de marea; Sol pensó que nunca había sentido tan nítidamente el pulso de otra persona en el mismo espacio, esa vibración tranquila de Bruno que la desarmaba sin prisa, mientras él, de pie frente a la ventana, se giraba con una sonrisa que no era grandilocuente sino honesta, esa clase de sonrisa que te invita a confiar antes de cualquier palabra.
Se sentaron en el borde de la cama y el mundo se volvió más pequeño y más verdadero, y ahí, con las manos en los muslos, fueron diciendo cosas que en general se guardan para mucho después: que a Sol la vida le había obligado a aprender a no esperar demasiado de nadie, para no caerse desde tan alto, que a Bruno la vida le había enseñado a cuidarse por dentro como quien cuida una obra recién hormigonada, pero que con ella —y él lo sentía— había