Capítulo: Confesiones y Salmonela
Bruno despertó con un retorcijón traicionero en el estómago que lo dobló en dos. No había sueño romántico ni recuerdo de Sol que pudiera competir con aquella sensación.
—¿Qué carajo comí ayer…? —murmuró, mientras se arrastraba hasta el baño del hotel, con una palidez sospechosa.
Pasaron las horas entre vómitos, sudores fríos y varias visitas al inodoro. Apenas podía sostenerse de pie. Dante, que había decidido volver esa mañana al hotel tras pasar unos días en casa de Jazmín recuperándose , abrió la puerta del dormitorio y lo encontró hecho un ovillo entre las sábanas, temblando como una hoja.
—¡Bruno! ¿Qué te pasó, hermano?
—No me preguntes… y ponte un tapaboca .Creo que me morí y reviví tres veces esta mañana —logró decir, con los labios secos—. Me siento como si me hubiera atropellado un colectivo y después me remató una moqueca de camarão.
—¿Llamaste a un médico?
—Estuve demasiado ocupado… muriéndome.
Dante sacó su celular sin decir nada.