CAPÍTULO: El día de la sentencia (Punto de vista de la jueza María del Carmen Santana)
El silencio de la sala de audiencias era espeso como bruma de invierno.
María del Carmen Santana sostenía el expediente entre las manos. No era un simple documento. Era un testamento de caídas. Cada hoja hablaba de elecciones mal tomadas, de oportunidades desperdiciadas, de una vida que había decidido torcerse aún cuando se le había tendido una cuerda para salir del pozo.
Conocía bien ese nombre. Fabricio Castiglioni. No era la primera vez que lo veía sentado frente a ella.
—Pudo haber sido distinto —murmuró en voz baja, acomodando sus lentes mientras repasaba por última vez el veredicto que había redactado la noche anterior—. Pudo haber sido un final con redención.
Había sido una de las juezas que firmó la libertad condicional hace unos años. El informe del anterior abogado, el que realmente lo ayudó, era sólido: estudios iniciados en el sistema penitenciario, buena conducta, asistencia a programas