CAPÍTULO: Siempre Estaremos Para Vos
El atardecer teñía el living con una luz suave, como si el cielo supiera que lo que iba a decirse allí debía envolverse con delicadeza. Alejandro jugaba en la alfombra con sus bloques, mientras Alejandra y Damián intercambiaban miradas desde el sofá.
Era momento.
—Ale… —llamó ella con suavidad.
El niño alzó la vista. Sus ojos grandes y curiosos, idénticos a los de su padre, parpadearon un par de veces antes de arrastrarse hasta ellos con su peluche favorito en brazos.
—¿Sí, mami?
—¿Podés venir un ratito? Queremos charlar con vos.
Alejandro se sentó entre ellos. Damián le acarició el cabello con ternura, y Alejandra lo tomó de la mano.
—¿Te acordás que me preguntaste por tu papá? —comenzó ella, con voz serena, aunque sentía el corazón hecho nudo.
El niño asintió.
—Sí… quiero saber dónde está porque no lo vi más.
—Tu papá está… en un lugar especial —intervino Damián—. Un lugar donde la gente que hace cosas malas va para aprender