Capítulo: La Mentira que se Comió al Hombre
Fabricio Castiglioni tenía la mirada fija en la pared de su cuarto desde que salió de la cárcel vivía ahí metido .
Una pared sin cuadros, sin relojes, sin fotos.
Vacía, como su conciencia.
El cigarrillo se consumía entre sus dedos, pero lo que realmente ardía en su sistema era otra cosa. Algo que había probado “por curiosidad” semanas atrás. Algo que uno de esos idiotas del Pipo le había dicho: “Esto te da claridad, hermano. Te hace fuerte.”
Mentira.
Le había dado vértigo, taquicardia, euforia... y después un bajón que lo dejó tirado en el baño durante horas. Pero volvió a consumir. Porque esa claridad falsa era lo único que lo hacía olvidar la humillación de estar bajo vigilancia, de vivir en un cuchitril y de haber perdido todo… incluso el respeto de su propio hijo al que no veia desde su cumpleaños.
Desde aquella noche —la noche en que tiró a su madre al piso sin medir su fuerza, la noche en que la dejó gritando del dolor